jueves, 4 de marzo de 2010

El Jardín de los Adarves (III). La Torre de la Pólvora.

A pesar de que hace ya muchos meses que abandonamos este enclave de la Alcazaba alhambreña al que dedicamos dos entradas (I, II), deberemos volver sobre nuestros pasos para visitar esta torre que por entonces se encontraba cerrada por obras de restauración. Además nos ayudará a ampliar los datos que entonces recogíamos sobre el jardín en el que se sitúa.
Si seguimos el itinerario que marca el Patronato de la Alhambra, una vez pasada la Torre de la Vela atravesaremos una puerta practicada en la muralla más interior de la Alcazaba que separa la Plaza de Armas del Jardín de los Adarves. A nuestra derecha se levanta esta torre conocida por varios nombres como “de Cristóbal del Salto”, “de la Guardia” o, el más habitual, “de la Pólvora”. Su situación en el ángulo SO del recinto, enrasada con la antemuralla, la hace un punto estratégico para la defensa de este vigilando la vaguada que hoy conocemos como Cuesta de Gomérez y Paseo Central de Coches. ¿Sería esta la razón para llamarla “de la Guardia”? De su cara Oeste parte la muralla que baja hasta la Puerta de las Granadas y sube nuevamente la colina del Mauror hasta el castillo de Torres Bermejas. Esta privilegiada posición sobre el bosque de la Alhambra propició que en época cristiana se construyera una batería de artillería en dicha torre, en cuyo interior se guardaba la pólvora necesaria para su funcionamiento. De ahí que haya llegado a nuestros días con el nombre de “Torre de la Pólvora”.


El uso de la artillería había tenido gran importancia en las victorias cristianas en la guerra de Granada. Si bien fue introducida en la península por los árabes, fueron los aragoneses quienes más evolucionaron en las técnicas para proteger sus fortalezas de las temibles armas de fuego mientras las defensas nazaríes quedaban obsoletas ante las nuevas artes de la guerra de las que Fernando el Católico fue uno de los mayores estrategas. La suerte estaba echada. Nada más tomar posesión de la ciudad, los Reyes mandan fortalecer las expoliadas murallas. La razón es la necesidad de vigilar a la población morisca y poder reaccionar ante un alzamiento así como defenderse de un hipotético ataque del creciente Imperio Otomano que dos siglos después llegaría a poner cerco a la ciudad austriaca de Viena. Estas obras fueron las que dotaron a nuestra Alhambra de la fisonomía que conocemos en la actualidad. En esta zona en concreto, tanto la torre como lo que hoy es el jardín se convirtieron en una plataforma artillera para lo que era necesario un amplio adarve que facilitara la circulación de las enormes piezas y personal, razón esta por la que se relleno el foso entre las dos murallas aumentando considerablemente la superficie.


Tras un minucioso proceso de restauración que ha durado cuatro años, la Torre de la Pólvora vuelve a presentar el mismo aspecto que entonces. En el peto del muro se observan claramente dos huecos para las piezas de artillería que protegían el acceso por Gomérez, las únicas almenas artilladas de la Alhambra, que con el paso de los años y la pérdida de su función defensiva habían quedado literalmente enterradas. Una habitación se abre en su base así como unas escaleras para subir a su terraza desde donde se divisa toda Granada a la par que nos ofrece una visión totalmente distinta de la Torre de la Vela. Desgraciadamente, tras su restauración, su interior ha quedado excluida de la visita general al monumento por motivos de conservación aunque si se permite acercarse a las remozadas almenas.

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