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domingo, 23 de diciembre de 2012

Rimmon Sefarad


Rimmon Sefarad, que significaría “Granada de España”, es el nombre con el que el pueblo judío conocía a la ciudad en la que se asentaron en los primeros siglos de nuestra era. El vocablo hebreo rimmon, al igual que el árabe rumman, hace referencia a la fruta del granado.  Esto da pie a pensar en un posible origen judío del  nombre de nuestra ciudad, extremo en el que los historiadores aun no se han puesto de acuerdo como ya vimos. El de los sefardíes fue un pueblo que en Granada gozó de posiciones privilegiadas en ocasiones y sufrió persecución y muerte en otras además de, a diferencia de ciudades como Córdoba o Toledo, la condena al olvido absoluto de su paso por una ciudad que, no por nada,  el historiador árabe Ahmad al-Razi llamó en el siglo X “Granada de los judíos”. Vamos a dar ahora un paseo por la historia de este pueblo y por Granada tras las huellas difusas de su judería.


Se cree que la llegada de los primeros judíos a la Bética se produjo en el siglo II a.C, aunque los datos ciertos más antiguos que conservamos de su presencia los dan las actas del Concilio de Elvira en el siglo IV. Varios de los cánones aprobados entonces se refieren a la relación entre cristianos y judíos, promulgando la separación entre ambas religiones. Pocas noticias se tienen de ellos hasta la invasión  musulmana en el año 711. Es asunto de controversia la presunta ayuda prestada por los judíos a los árabes, que ellos consideraban libertadores de la represión religiosa de los últimos años de gobierno de los visigodos. Por entonces Granada, la vieja Florentia Iliberritana romana era un pequeño asentamiento, en el que la población judía era mayoritaria, y Elvira la ciudad principal. Pero ¿a qué se debe la importancia de esta comunidad?, ¿pudieron trasladarse los judíos a diez kilómetros de la capital para garantizar la efectiva separación entre religiones que promulgaran los conciliares cuatro siglos antes? Lo cierto es que los conquistadores árabes  la tuvieron por una ciudad judía, de ahí que se la llamaran Garnata-al-Yahud, “Granada de los judíos”. Durante el Califato se convertirá en una de  las principales comunidades judías de Al-Andalus, dedicados a la artesanía y el comercio. Destacaron también en las artes y las ciencias o en la política, sobretodo en el siglo XI durante el gobierno de la dinastía Zirí, con Samuel Ibn Nagrella como visir real. En 1066 son asesinados cerca de 4000 judíos, entre ellos el visir José Nagrella, hijo de Samuel, acusados de conspirar contra el rey. La llegada de los almorávides en 1090 mejora momentáneamente su situación pero en 1147 estos son derrotados por los almohades que perseguirán duramente a la comunidad de Granada. La situación mejora con el ascenso al poder los nazaríes, con cuya protección prospera y crece de nuevo, desempeñando cargos de responsabilidad en la corte. El fin de dicho reino coincidirá con el de la estancia de los judíos en España. El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos ordenaban su expulsión definitiva de sus reinos. El edicto, conocido como “Decreto de la Alhambra” se firmó paradójicamente en la “ciudad de los judíos”.

Expulsión de los judíos, Emilio Sala Francés (1889) 
Hisn ar-rumman, “el castillo del Granado”, fue la fortaleza militar que sobre la margen derecha del rio Darro edificaron los musulmanes sobre los  restos arquitectónicos de Florentia Iliberritana. Al otro lado del rio se extendía el barrio judío, un asentamiento en altura para facilitar su defensa, situado sobre la colina del Mauror. Desde la cima de esta se distribuían las viviendas de una sola planta abarcando desde el barranco de la Sabika o Cuesta de los Gomérez hasta la Antequeruela, con el paso del tiempo iría ampliándose a la vez que la ciudad en dirección a las orillas del rio. Para la vigilancia y control de tan poblada zona, se edificó a finales del siglo VIII el Hisn Maurur o Torres Bermejas. La situación exacta de su sinagoga es otra incógnita, existiendo hasta tres hipotéticos emplazamientos. Uno sería la actual iglesia de San Cecilio, en el extremo Sur del barrio. La iglesia de San Matías o la antigua Capitanía General son otros de los emplazamientos que se han sugerido. Pero ningún rastro queda de ella como del resto de la judería salvo el único aljibe que existe en el Mauror, el de Rodrigo del Campo. Los Reyes Católicos mandaron demolerla por completo perdiéndose toda huella de su existencia. Este hecho unido a las contradicciones existentes entre las fuentes, por ejemplo el viajero alemán Jerónimo Munzen la sitúa en los terrenos en los que se construyó el Hospital Real al otro lado de la medina granadina, hace que sepamos muy poco de nuestra judería.
Iglesia de San Cecilio, Granada
Pasear por las callejas de las zonas altas del Realejo y el Mauror desde la Cuesta de Rodrigo del Campo, siguiendo por Paredón de Jesús de las Penas y la calle Aire Alta hasta Torres Bermejas, o continuar hasta San Cecilio por Plegadero Alto nos ofrece una visión desconocida y diferente de uno de los barrios más antiguos, si no el que más, de Granada.


Para saber más: recomendamos los libros “Garnata al-yahud, (Granada en la historia del judaísmo español)” de David Gonzalo Maeso y “La Granada judía: (Granada en la época de Semu'el Ibn Nagrela)” de María José Cano, que han servido de bibliografía para la realización de esta entrada.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La desaparecida iglesia de Santa Isabel de los Abades


Muchos son los edificios históricos que se han perdido en nuestra ciudad con el paso de los años. El patrimonio eclesiástico, pese al peso específico de la Iglesia en España, no fue ni mucho menos ajeno. Para este serán la invasión francesa primero (1808-1814) y la Desamortización de Mendizábal (1835) después los dos acontecimientos más nefastos. Sin embargo la historia de la iglesia que hoy nos ocupa es muy distinta, su ruina llegó varios siglos antes y el culpable por una vez no fue el hombre. 

Plataforma de Ambrosio de Vico 1613, fragmento. Albayzín
Durante las búsquedas de información sobre el Albayzín en los siglos XVI y XVII, las parroquias que se fundaron entonces son las que más datos nos ofrecen por ejemplo para contabilizar el número de habitantes del barrio. De estas hay un nombre que aparece siempre de soslayo y que llama la atención por no referirse a ninguna iglesia conocida en la actualidad, Santa Isabel de los Abades. Vamos a intentar juntar los escasos datos que nos han llegado para componer la breve historia de esta parroquia granadina con tan singular nombre. Hay que retrotraerse a los primeros años de la Granada cristiana, las permisivas capitulaciones para la entrega de la ciudad de 1492 en cuanto a la libertad de culto de sus habitantes quedan en papel mojado a finales de 1499 cuando llega a la ciudad el Cardenal Cisneros. Las revueltas se suceden en el Albayzín y en enero de 1500 se consagran en parroquias las antiguas mezquitas del viejo arrabal de los baezanos. La mezquita Susuna, situada en las proximidades de la Rauda se convertiría en la iglesia que nos ocupa. Para situarla en el callejero de Granada recurrimos nuevamente a la Plataforma de Vico, único testimonio gráfico que conocemos de su existencia, en el que aparece marcada con un asterisco. Se situaría hoy día a la altura del número 15 de la calle San Luis, en la confluencia con las calles Cruz de la Rauda y Aljibe de la Vieja. Esta parroquia tuvo otra iglesia aneja llamada de San Sebastián, cuya situación exacta se desconoce, que debió ser otra mezquita convertida. Consta que se edificó Santa Isabel de los Abades en el año 1526, lo que hace suponer que la vieja fábrica de la mezquita fue demolida para construir la iglesia de nueva planta. Su feligresía siempre fue escasa si la comparamos con las otras once parroquias del barrio, según un censo de 1561 comprendía 207 casas donde vivían 1007 personas pertenecientes a la comunidad morisca siendo la menos numerosa de todas. Esta cifra se reduciría en los años siguientes, la deportación de los moriscos del Reino de Granada a otras regiones peninsulares en 1571, y su definitiva expulsión de España en 1609 supondrán la casi despoblación del barrio del Albayzín, particularmente en esta y otras parroquias donde eran mayoría como San Luis o San Gregorio.

Santa Isabel de los Abades en la Plataforma de Vico
Pero el fin para Santa Isabel de los Abades llegaría años después, el 28 de agosto de 1629 una devastadora tormenta se ciñó sobre Granada. Los destrozos fueron muchos, particularmente en el Albayzín. Refieren las crónicas que las aguas se acumularon en la parte exterior de la muralla de la Alberzana ya que “no encontraron su salida por haberse atorado los caños”. La presión hizo que parte de la muralla se desplomara provocando una formidable riada que arrastro trozos de esta que “destruyeron muchos edificios en las parroquias de San Luis, San Gregorio y Santa Isabel de los Abades que quedó sepultada bajo el torrente”. Según Henríquez de Jorquera, esto provocó “la perdida de gente y de la hacienda” en la collación. Entonces el arzobispo Felipe de los Tueros y Huerta juzgó innecesario reconstruir una iglesia en una zona deshabitada, por lo que unió su feligresía con la cercana de San Luis de los franceses y mandó demoler lo que quedaba en pie de Santa Isabel. Así fue como desapareció todo rastro, de su existencia solamente nos da cuenta hoy en día el aljibe del mismo nombre construido en el siglo XIII que debió servir a la primitiva mezquita.

Para Saber más: recomendamos el libro “Organización de la Iglesia en el Reino de Granada y su proyección en Indias” de Antonio Garrido Aranda. Para ampliar información sobre su aljibe recomendamos el siguiente enlace (VER).
  

viernes, 2 de noviembre de 2012

Los Túmulos de la Catedral y la Real Capilla de Granada

Paño de luto regio,1768. Catedral de Granada
A pesar de que la muerte iguala al grande y al chico, lo cierto es que hoy como ayer las exequias del difunto sí que distinguen de clases sociales. Desde antiguo, la importancia que en vida se tuvo se ha reflejado en entierros y sepulturas. Hacemos hoy especial hincapié en las fastuosas honras fúnebres que celebró Granada entre los siglos XVI y XIX por los reyes de España, y de las arquitecturas efímeras, túmulos o catafalcos, que las presidían.  

Paño de luto regio, 1768. Catedral de Granada
Los túmulos regios estaban destinados a exaltar la gloria del soberano fallecido y de la monarquía, simulando su presencia física. Estos se construían en el presbiterio o en el crucero de la iglesia principal de cada ciudad, llegaron a adquirir una monumentalidad tal que las celebraciones se posponían varios meses para su preparación. La noticia del óbito se recibía a través de una Real Cédula que ordenaba la celebración de “lutos, honras y otras demostraciones de dolor”. Eran los cabildos civil y eclesiástico de la ciudad los encargados de su organización, cobrándose impuestos extraordinarios para sufragarlas. 

Paño de luto regio, 1768. Catedral de Granada
La Granada Moderna celebró con gran suntuosidad estos actos consistentes en “pregones públicos en Bibarrambla y Plaza Nueva, seis meses de luto y nueve días de tañer fúnebre de campanas y de colocar luminarias en los edificios”. Las “parentaciones regias” duraban dos días, en la víspera parroquias y conventos acudían a rezar responsos. Durante toda la noche el túmulo en el que se colocaban los símbolos reales, corona y cetro, permanecía iluminado por multitud de luminarias para ser visitado por el pueblo. Al día siguiente se celebraba, con asistencia de las instituciones, la misa real de difuntos y el sermón fúnebre y posteriormente se incensaba y asperjaba el túmulo. 
Túmulo de Isabel de Borbón, 1644
Catedral, obra de Miguel Guerrero
Fue Granada la primera ciudad española en construir “túmulos a lo romano”, para el recibimiento en 1539 del féretro de Isabel de Portugal, esposa del Emperador Carlos I. Pedro Machuca diseñó un templete de planta cuadrada con cuatro columnas y entablamento dórico y baldaquino piramidal. Para los funerales del Emperador en 1558 fue Diego de Siloé el encargado de su construcción en tan solo veinte días. Una disputa entre el Cabildo Catedralicio y el Concejo harán que a partir de entonces celebren por separado las exequias, el primero en la Catedral y el segundo en la Real Capilla, siendo desde entonces dos los túmulos con que contó Granada.

Túmulo de Isabel de Borbón, 1644.
Capilla Real, Luis de Orejuela
Con el Barroco el catafalco alcanza sus mayores cotas de complejidad y monumentalidad. La arquitectura se completa con pinturas, esculturas, emblemas e intrincados jeroglíficos. Los más celebrados en el XVII fueron los construidos para Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, en 1644. El levantado en la Catedral alcanzaba 32 metros de altura con tres cuerpos, el primero cuadrado de orden dórico en el que se simulaba la tumba regía, el segundo ochavado jónico decorado con lienzos de heroínas bíblicas y el último circular corintio con lienzos de las Virtudes rematado por cúpula esférica y el jarrón de azucenas. No se quedaba atrás el de la Capilla Real de dos cuerpos, el primero circular con columnas helicoidales contenía la tumba sostenida por águilas, en el segundo ochavado las esculturas de las Bienaventuranzas y profetas, coronado por cúpula, la granada y la figura de la Fe.

Túmulo de Felipe V, 1746, Catedral
Obra de Alfonso José del Castillo y Puerta
Con el XVIII llega a España el Rococó de la mano de la nueva dinastía reinante. Para los funerales de Felipe V, en 1746, se levantó un túmulo de 33 metros de alto, con dos cuerpos ochavados de retropilastras con estípites. En el primero aparecían las figuras de todos los reyes de España, símbolo de unión con los Austrias. En el segundo el llamado “Teatro de la Muerte”, un esqueleto hollando trofeos. En el de Fernando VI, en 1759, fue novedad la figura alegórica del “Ángel del Apocalipsis”. Con el Neoclásico desaparecen las grandes figuraciones, entonces el cabildo catedralicio construye un túmulo permanente con forma de pirámide escalonada en cuya cúspide se situaba la tumba. En 1768 encarga al bordador Alejandro del Rubio la confección de ricos paños negros para cubrirlo, estrenados para las honras por Carlos III. Hoy se conservan en el museo catedralicio. 

Túmulo de Carlos III, 1789 
Capilla Real, autor anónimo
Entrado el XIX desaparece el oficio de la Real Capilla, si bien comienzan a hacerse por particulares en otras iglesias. El ocaso llegará a la par que el del Antiguo Régimen, el monarca ya no lo es por mandato divino y el túmulo deja de representar su santidad. Si bien fueron las de Fernando VII las últimas exequias reales que se oficiaron en Granada, el túmulo no desaparecerá del todo hasta los primeros años del siglo XX. Una instantánea de José Martínez Rioboó del dedicado al papa León X, en 1904, nos permite conocer como fue este.

Para Saber más: recomendamos el trabajo titulado “Arquitectura efímera y exequias reales en Granada durante la edad moderna. La ritualización de la muerte como Instrumentum Regni” de José Policarpo Cruz Cabrera contenido en el libro “Memoria de Granada” que ya citamos en la anterior entrada y que nos ha servido de bibliografía. Del mismo modo en la web de la Catedral se pueden ampliar datos sobre los paños de luto regio. 
Como curiosidad: un eco lejano de aquellos catafalcos podemos visitar hoy en día en la Basílica de San Juan de Dios. Se monta todos los años el día 2 de Noviembre para la conmemoración de los Fieles Difuntos.

domingo, 18 de julio de 2010

La Ermita del Cristo de la Yedra

           
                           Calle Real de Cartuja con la ermita del Cristo de la 
                               Yedra, fotografia de principios del Siglo XX.


Volvemos a echar la mirada atrás para rescatar del olvido un espacio perdido de nuestra ciudad. Nos referimos a la ermita del Santo Cristo de la Yedra la cual se emplazaba sobre el pequeño y triste jardincillo que hoy ocupa la confluencia de la calle Real con el comienzo de la carretera de Murcia, frente al colegio que adopta el mismo nombre. El origen de la ermita se remonta al año 1708 cuando los vecinos  del barrio, situado en el límite de la ciudad, atribuyeron propiedades milagrosas a una cruz de madera que allí se ubicaba. Decidieron construir una pequeña ermita para celebrar misa no sin antes tener un pequeño conflicto con la vecina parroquia de San Ildefonso la cual se oponía a la construcción del edificio.

Aunque de pequeñas dimensiones tuvo que ser muy preciosa la ermita. La formaba una planta rectangular con un camarín sobresaliendo en la cabecera. Su construcción y el estilo de su decoración hay que imaginarlo situándose en el dieciochesco  granadino, construido en ladrillo y decorada con yeserias talladas propias del barroco. Desapareció esta primera capilla en 1811 a consecuencia de una tempestad. Los vecinos volvieron a levantar una nueva ermita en 1818, de mayores dimensiones pero más humilde en su decoración. Su fachada era de estilo neoclásico compuesto por cuatro pilastras enmarcando a sus lados dos ventanas y en el centro una austera portada sobre la que se situaba una ventana que iluminaba el interior. Las pilastras sustentaban una cornisa con un frontón muy al estilo neoclásico como apuntábamos. Una importante espadaña flanqueada por dos pilastrillas toscanas remataba el conjunto. Mucho más austero era el interior, el cual presentaba sencillas bóvedas de cañón.

                    

Con esta configuración pasaría el devenir de los años hasta que en 1933 con las insurrecciones anarquistas sufriera un primer intento de destrucción al intentar unos desconocidos prenderle fuego. Pocos daños ocasionó este conato aunque sería una circunstancia natural lo que iniciará el principio del fin de este monumento. Un terremoto acontecido en la ciudad en 1957 dejó a la ermita muy afectada además de hundir todas las dependencias anejas. A partir de este suceso el deterioro de la ermita se irá agravando sin que nadie haga nada por su restauración. Paradójicamente el mismo día, el 4 de mayo de 1962, que la Comisión de monumentos de Granada presentaba un informe destacando el valor que tiene la ermita dentro  del modesto barrio comenzó las tareas de demolición del edificio. La polémica que levantó este suceso apuntaba en un principio al ayuntamiento granadino quién autorizó la operación. Aunque sería la Parroquia de San Ildefonso  quién inicio los trámites de este desastre al vender la ermita al Ministerio de Obras Públicas el cual quería mejorar la intersección de la carretera Jerez-Cartagena por lo que no tuvo ningún inconveniente en demoler el oratorio.  Poco años después se construiriá al otro lado de la carretera un centro educativo para los niños del barrio que recogería el nombre de la desaparecida ermita. Como se aprecia en la fotografía actual, el terreno ajardinado no suple lo que antes ahí se asentaba siendo otra demolición en vano de muchos de nuestros monumentos. 


lunes, 21 de junio de 2010

El Barrio de Axares y el Convento de la Victoria


El masivo aumento demográfico que tuvo durante el siglo XI la recién fundada capital de los Ziries a consecuencia  de la destrucción de la vecina Madinat Elvira superó la previsión urbana que hicieron sus gobernantes al marcar el perímetro de la ciudad mediante sus murallas. Por ello, desbordada de población la ciudad intramuros se formaran nuevos arrabales en las afueras los cuales también iban siendo amurallados. Ejemplo de esto lo vimos en la Alcazaba Cadima con su primera y segunda cerca.  A extramuros de esta última se creó en un muy corto espacio de tiempo un nuevo arrabal llamado con posterioridad de Ajsaris o Axares y que se extendería desde lo que hoy es la parte alta de la calle San Juan de los Reyes hasta las orillas del Darro, la mayor parte de esta extensión sería aprovechada tras la reconquista para levantar la residencia de los frailes mínimos.

Plataforma de Ambrosio de Vico 1590. Se puede apreciar la cerca del barrio y la iglesia del convento cerrando la calle de San Juan de los Reyes

A finales del siglo XI se procedió a crear una nueva cerca que  envolviera el nuevo arrabal. Esta muralla arrancaba junto a la Puerta de los Conversos, Bāb al-Taibin, en lo que hoy es la Placeta de Escuelas. Desde aquí bajaría para ir paralela al actual Paseo de los Tristes, subir prácticamente por el mismo lugar por donde hoy sube la Cuesta del Chapiz y desde aquí buscar de nuevo la Alcazaba para encontrarse con esta en las Tomasas.  En la cerca de Axares se ubicaban cuatro puertas de las cuales dos fueron la principal entrada a la ciudad desde el Levante, la de Al-bayda o blanca y la de Guadix. Los conflictos bélicos que azotaron Granada durante el siglo XII entre almorávides y almohades cambiaron la fisonomía del barrio de Axares, las casas sería abandonadas y derribadas dando lugar a una amplia zona de huertas que perdurarían hasta la reconquista por los castellanos.  Muy hermosas fueron al parecer estas huertas, carmenes y jardines en tiempos de dominio nazarí, es en esta época cuando se le da el nombre de Ajsaris, Axares es el vocablo castellanizado, que significa de “de la salud y el deleite” lo que ya evidencia la belleza del lugar. Esto fue, en parte, gracias a que por este lugar pasaba la acequia de Axares la cual tomaba el agua del río Darro para conducirla al interior de la ciudad, eran estas aguas las que llenaban el aljibe de la mezquita mayor. Nacía esta acequia, conocida también con posterioridad como acequia de San Juan de los Axares, en el paraje de Jesús del Valle cerca del mismo lugar donde se bifurcan las acequias que abastecen a la Alhambra y el Generalife.

La visión directa desde los palacios reales alhambreños sobre estos vergeles sería de buen agrado y deleite de sus regios moradores. De hecho, algunas de esas huertas pertenecieron a miembros de la familia real nazarí, las cuales tras la toma de Granada pasarían a propiedad de los Reyes Católicos por un acuerdo reflejado en las capitulaciones. La huerta de Horra Butayna, nombre de su dueña perteneciente a la realeza  nazarí, fue cedida por los monarcas castellanos a la orden de mínimos franciscanos para que construyeran su residencia en 1509. Estos terrenos se situaban unido a la cerca que cerraba el barrio de Axares junto a su requiebro sureste abarcando desde cerca de lo que hoy es la confluencia de la Cuesta del Chapiz con el Paseo de los Tristes hasta las inmediaciones del Peso de la Harina, enfrentado al barrio de la Al-Bayda, en altura y hasta la cuesta de la Victoria en anchura.


El convento de Nuestra Señora de la Victoria de mínimos de San Francisco de Paula se disponía en torno a un claustro cuadrado de dos pisos formados en cada uno de sus lados por siete arcos rebajados apoyados en columnas de mármol. Poseía este claustro una hermosa escalera ejecutada por Pedro Marín quien también realizo la espectacular escalinata de la Real Chancillería. Junto al claustro, justo en lo que hoy es la calle San Juan de los Reyes se emplazaba la iglesia del convento. De estilo gótico se terminó de construir en 1518, el templo se formaba de una nave presidida por una capilla mayor escoltado por otra dos. En el lateral contiguo al convento estaba formado por capillas con arcos apuntados mientras en el opuesto  se hallaban una pequeña nave anexa. La capilla mayor estaba presidida por un retablo realizado por el lego Fray Alonso en 1550.  Importantes obras de arte se alojaban en esta iglesia, la mayoría de ellas pasarían a la vecina Parroquia de San Pedro tras la exclaustración del convento. Entre ellas destacan la imagen del titular San Francisco de Paula, una dolorosa que hoy se le rinde culto como Virgen de las Maravillas ambas obras de Pedro de Mena, un cristo atado a la columna de José de mora y varias obras pictóricas de Niño de Guevara y Bocanegra. Al norte y al sur del edificio conventual se ubicaban dos huertas de herencia musulmana. La situada al sur era muy extensa divida en varias terrazas escalonados y a varios metros por encima del Paseo de los Tristes sujetada por la muralla que formaba la cerca de Axares. En  una real cédula expedida en 1527 por el emperador Carlos V se les ordena a los frailes a construir junto a su convento un deposito de aguas con el objeto de mejorar el sistema de aguas que llegaban a la ciudad por la acequia de Axares. Hoy día todavía se levanta este deposito, aunque muy reformado, bajo la Plaza de la Victoria  y es conocido como Aljibe del Piki ya que en dicha plaza se situaba un busto del cantaor Antonio Cuevas “El Piki”.


Con la llegada de los franceses a Granada comienza la destrucción del convento. El decreto ordenado por José Bonaparte para la supresión de las órdenes religiosas y la enajenación de sus propiedades hizo que la comunidad de frailes tuviesen que abandonar el edificio. Tras la marcha de los galos,  este decreto fue anulado por Fernando VII a su regreso a España aunque el convento de la Victoria no pudo gozar de esta exención al haberse producido la reparcelación de los terrenos quedando divididas la huerta sur y la norte con el resto de las dependencias monacales. La huerta sur fue subastada en 1820 pasando en años posteriores a albergar el Colegio de Distinguidos y un cuartel. Antes de 1846 se procede al derribo de la iglesia tras adjudicársela junto al claustro a Francisco López Castaño por 40.000 reales. Tras sucesivas subastas el convento se encontraba en estado de ruina hasta que en 1870 pasó a ser propiedad de Cristóbal Calvo quien efectuó su total derribo para vender los materiales. A partir de este momento lo que quedaba del antiguo convento era un solar hasta que a comienzos del siglo XX el padre Manjón construyera un seminario.



Actualmente sobre la huerta sur se sitúa el orfelinato Bermúdez de Castro edificado en 1930 por la Asociación granadina de Caridad. El alto muro de este edifico que da al Paseo de los Tristes nos da una idea de la altura que pudo tener en este tramo la muralla de Axares la cual contenía las huertas del convento. La huerta norte fue adquirida por la Universidad de Granada en 1944 la cual además de rehabilitar los carmenes que ya existian procedió a construir una residencia universitaria, hoy se le conoce a este espacio como Carmen de la Victoria. Entre estos dos recintos se  conecto, sobre el terreno que ocupa la iglesia, la calle San Juan de los Reyes con la Cuesta del Chapiz que hasta entonces no estaban comunicadas. La nomenclatura de las distintas callejas que salpican los alrededores de las dos instituciones nos evocan la presencia del convento aunque un pequeño azulejo situado en la callejuela de Grajales con el emblema de los monjes franciscanos es la huella mas intima  del paso de esta orden por el barrio de Axares.



domingo, 31 de enero de 2010

La Torre Turpiana y los hallazgos de 1588


El albañil mudéjar Francisco Cano quizás tuvo un recuerdo para sus antepasados mientras desmoronaba, a fuerza de pico y martillo, las piedras del que por casi cinco siglos había sido alminar de la mezquita mayor de Granada. Lo que no podía saber es que aquel sonido metálico que percibió al dar uno de los golpes sería el principio de un polémico misterio que marcaría la vida religiosa de la ciudad durante años.

Si contemplamos la imagen que encabeza esta entrada, de la "ciudad de Granada en la batalla de la Higueruela" hecha en 1431 (hoy una copia pintada por Nicolás Granillo entre 1575 y 1579 se puede admirar en la sala de las batallas del herreriano monasterio del Escorial) podremos observar que en la llanura de la ciudad se alza sobre el encalado caserío una esbelta torre, este es el alminar de la mezquita aljama de Granada, también conocido como “Torre Turpiana”, nombre que aparece por primera vez en los Libros Plúmbeos del Sacromonte. Es este el único testimonio gráfico de cómo pudo ser antes de la conquista. El minarete, situado hipotéticamente a media altura de lo que hoy es la nave central de la catedral granadina, se compone de dos cuerpos de piedra labrada de La Malahá; uno inferior con un arco de herradura, que pudiera ser la entrada al sahn o patio, sobre el que se montan dos filas de ventanas de medio punto. El segundo cuerpo, también con ventanas, se retranquea respecto al anterior formando una terraza desde donde los almuédanos llamarían a la oración, esta contiene un parapeto almenado. Una bóveda con almenas en su base remata este segundo cuerpo. Lo corona el yamur, en este caso no el habitual en las mezquitas, aquí se dispone una veleta con forma de gallo con las alas abiertas que se conocía como “Gallo de los Vientos”, utilizado como talismán para retener el fuerte viento según descripción del viajero egipcio ‘Abd al-Basit ibn Jalil ibn Šahin al-Malati.

Los grabados posteriores a la conquista de la ciudad muestran la transformación sufrida por este al ser aprovechado como provisional campanario de la nueva Seo granadina. Se sabe que entre 1563 y 1564 se desmonta el segundo cuerpo, añadiéndosele otro de ladrillo para las campanas a semejanza del actual alminar-campanario de la iglesia de San José del Albayzín. Se completaba con un tejado o chapitel cubierto de azulejos coronado por una bola y cruz. El avance de las obras catedralicias, entonces a cargo de Ambrosio de Vico, supondría la demolición definitiva de la torre como se ve en este grabado de Heylan de 1614 copiado de un dibujo anterior.


Llegamos así al 18 de marzo de 1588, en que como hemos dicho se procedía a la demolición del alminar. Los obreros derribaban grandes trozos de la torre y ya en el suelo iban picando los bloques. A primera hora de la mañana, el mencionado Francisco Cano encuentra entre los cascotes una caja de plomo embetunada en cuyo interior halla una tabla con la imagen de la Virgen vestida de egipciana o gitana, un lienzo triangular, un hueso, y un pergamino escrito en castellano, árabe, latín y griego. Este pergamino contenía diferentes textos supuestamente del siglo I, entre ellos una supuesta profecía de San Juan, una narración del viaje del varón apostólico Cecilio a Jerusalén y un comentario de este sobre la profecía, un testimonio de su martirio por un discípulo llamado Patricio en el que se le nombraba como primer obispo de Granada, así como la enumeración de las reliquias contenidas en la caja: la profecía, medio paño con el que la Virgen secara sus lágrimas durante la Pasión, y un hueso de San Esteban, acabando con la firma del propio santo. Así dice, “Cecilio, obispo de Granada, estando en Iberia. Como viese el fin de sus días en secreto me dijo que tenía por cierto su martirio… me encomendó que oculto tuviese esto… y yo lo encerré en esta caja rogando a Dios que lo guarde”. La pretendida antigüedad de este fue utilizada por algunos para afirmar que la construcción de la torre era anterior al dominio de los musulmanes. El revuelo fue mayúsculo, pues suponía la ampliación de las noticias sobre San Cecilio, del que hasta entonces solo se conocía su presencia en la zona por los martirologios y la tradición. La traducción de los textos árabes se encomendó a dos moriscos, Miguel de Luna, médico de profesión, y Alonso del Castillo, traductor de las inscripciones de la Alhambra. Las reliquias fueron examinadas primeramente por el cabildo granadino, informando después al Vaticano y al rey Felipe II. Este será el prólogo al gran descubrimiento que años después se producirá en el monte de Valparaíso, los polémicos Libros Plúmbeos, origen del que en el siglo XVII se convertirá en lugar de masivas peregrinaciones, la Abadía del Sacromonte.


Pese a la inicial euforia, pronto se empezará a poner en duda la autenticidad del pergamino, las exhaustivas investigaciones no dejarán pasar los numerosos errores que contiene. Los autores consultados para elaborar este artículo coinciden a la hora de calificarlo como fábula o falsificación realizada por moriscos. Hay que tener en cuenta que la población mudéjar, una vez sofocada la insurrección de las Alpujarras, quedó marginada por la sociedad granadina que veía con recelo la autenticidad de su fe. Se suma a esto la falta de tradición cristiana en la ciudad después de ocho siglos de islamismo. Los falsificadores aprovecharon esta doble circunstancia para dotarla de un pasado cristiano y a la vez dar la idea de un posible origen árabe de San Cecilio, que en el pergamino “escribe” en este idioma. Con un supuesto patrón árabe converso, pretendían mejorar la situación de aquellos, convertidos también al cristianismo, que tan mal vistos estaban. Basta un solo dato para poner contra las cuerdas la autenticidad del pergamino: en el siglo I, en el que afirma estar escrito, Granada no existía como tal, sino que era Ilíberis la capital de la región. ¿Cómo es posible entonces que aparezca la firma de Cecilio obispo de Granada? Por otro lado, la escritura, tanto árabe como latina, en la que se redacta se parece más a la empleada en el siglo XV que a la del siglo I, en el que, por si fuera poco, el castellano ni siquiera existía. Así, hasta una veintena de incongruencias se pusieron de manifiesto en los años posteriores al descubrimiento. A modo de conclusión creemos acertada la semblanza del libro “Los Libros Plúmbeos del Sacromonte” de Miguel José Hagerty cuando dice que esto no fue sino el “vano intento de los moriscos granadinos por hacerse respetar”.


Para ampliar estos datos recomendamos la lectura de dicho libro así como de “Los apócrifos del Sacromonte” de Carlos Alonso, dos completos trabajos de investigación sobre estos hechos.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Monumentos Perdidos en el entorno de las Angustias


La devoción a la Virgen de las Angustias cobra auge a partir del siglo XVII, así lo demuestra la construcción de la suntuosa basílica y otras construcciones en los alrededores de la Carrera.
En 1690 se construyó un puente para comunicar las riberas del rio Darro dado que en la de la derecha había crecido notablemente el barrio de San Antón. El puente parece ser que lo trazó Juan de Rueda por encargo de las autoridades municipales con el fin de salvar el Darro en su punto más ancho, a espaldas del templo donde reside la querida Imagen. Este se componía de un arco rebajado muy amplio pero de escasa altura, con rosca de dovelas de piedra, una plataforma en dos vertientes bastantes acentuadas y un pretil de sillares bien tallado. Con el tiempo se conoció como "el puente de la Virgen". Fue derribado al construirse a partir de 1938 el embovedado del Darro comprendido entre el antiguo puente de Castañeda y la desembocadura del Genil. En la actualidad el único recuerdo de su existencia es la calle Puente de la Virgen situado en el lateral de la Basílica. El la instantánea del fotógrafo granadino José García Ayola, realizada desde la margen izquierda del Genil hoy llamada "Los Alminares", vemos este puente al fondo junto a las pintorescas casas de la acera del Darro y la cúpula y torres de la iglesia.


Ya en la propia Carrera se erigieron dos monumentos relacionados con la devoción a las Angustias. Según Enríquez de Jorquera, cronista de la ciudad, cerca del Castillo de Bibataubín había una cruz que levantaron los cofrades de la Hermandad de la Virgen en 1638. La cruz era de jaspe, alabastro y otras piedras de colores. Constaba de una base piramidal rematada en una esfera, sobre la que apoyaba el brazo vertical de la cruz. A modo de cantonera tenía pequeñas bolas. Para protegerla había una reja de bronce dorado con faroles. Durante los años de ocupación francesa la cruz fué derribada para facilitar la circulación rodada.


Por último nos situaremos frente a la puerta principal de la Iglesia donde había una fuente monumental levantada por la Hermandad de las Angustiasen el año 1677. Según el diseño que realizara Juan de Rueda Alcantara, conservado en el archivo histórico municipal y que reproducimos, la fuente debía constar de una taza de planta recortada de la que partía un alto estípite decorado con atlantes y roleos en la parte inferior, escudos y lápidas de mármoles en el centro y peces en la parte superior. Remataba el conjunto unos querubines de mármol con una granada sobre sus espaldas de la que surgía un corazón traspasado por siete puñales. El agua era expulsada por los peces hacia arriba. El proyecto original se simplificó perdiendo parte de esta profusa decoración. Fué derribada esta fuente en 1810 por las autoridades francesas. Desgraciadamente se perdieron estos monumentos que engrandecían el entorno del templo patronal, hoy rodeado de edificios de traza modernista.

martes, 19 de mayo de 2009

La Casa del Gallo del Viento


Los viajeros que en pasados siglos llegaban a Granada a través del antiguo Camino Real de Santa Fe, hoy Avenida de la Constitución, divisaban en la cima de la colina del Albayzín un viejo caserón que ocupaba el solar donde anteriormente se levantaba un palacio real. Edificado en el siglo XI por el tercer rey de la taifa granadina Badis Ben Abús, perteneciente a la dinastía Zirí, este palacio residencia del monarca se encontraba dentro de los límites de la alcazaba Cadima o vieja. Su nombre, Dar-Dic-roh, le venía dado por una singular veleta que lo coronaba. Según el historiador granadino del siglo XVI Luis Mármol y Carvajal, “en él se ve una torrecilla y sobre ella un caballero vestido a la morisca, sobre un caballo, con una lanza y una adarga embrazada, todo de bronce. Y porque con cualquier pequeño movimiento de aire vuelve aquel caballo el rostro, le llaman los moriscos Dic-roh, que quiere decir gallo de viento”. Y relata a continuación que en la adarga del caballero existía una inscripción donde se leía: “El palacio de la hermosa Granada es digno de elogio. Su talismán da vueltas según las vicisitudes del tiempo hasta que sea azotado por un infortunio que destruirá el palacio y a su dueño”. Así también nos lo relata Washington Irving en sus celebres Cuentos de la Alhambra en los que dedica un capítulo a la leyenda de esta casa. Cuenta el hispanista que esta veleta fue construida por un sabio árabe y que tenía la facultad de señalar la dirección por la que se aproximarían los enemigos que intentaran atacar la ciudad con el fin de prevenir a la población.

En época nazarí perdió importancia al construirse los palacios alhambreños y trasladarse la corte a estos. Tras la caída del reino fue pasando de mano en mano y perdiendo el esplendor pasado, ya en el siglo XVII el genovés Rolando de Levanto, acaudalado comerciante afincado en Granada, reedifica la casa sobre lo poco que quedaba. En el siglo XIX se estableció una fábrica destinada a la confección de velámenes de barcos lo que hizo que el edificio fuera conocido con el nombre de Casa de la Lona, denominación que ha perdurado hasta nuestros días. Posteriormente se convierte en corral de vecinos hasta que en 1975 se demuele debido al peligro de derrumbe del edificio. Hoy en día se conservan los muros exteriores hasta la primera planta y su interior es un vertedero donde se acumulan escombros y basuras mientras que al lado se ha construido un moderno edificio totalmente transgresor con el entorno. Tristemente, como tantos otros, se perdió un rincón cargado de historia, olvidado y abandonado día a día se cae lo poco que queda de él. Las calles adyacentes han heredado los nombres de la casa y hoy podemos subir a la plaza de San Miguel Bajo por el Carril de la Lona y adentrarnos desde la misma por el Callejón del Gallo bordeando el solar de este singular edificio.




Callejón del Gallo

Actual aspecto del solar donde estuvo el palacio de Dar-Dic-roh y posterior casa de la lona. Detrás un nuevo edificio y al fondo la torre de la Iglesia de San Miguel Bajo.

lunes, 12 de enero de 2009

El Río de Granada


El rio de oro o “Dauro” como se conocía antiguamente ya que en él era frecuente encontrar a personas buscando este mineral, es el rio de Granada cuyo curso atraviesa todo el centro de la ciudad tras haber pasado a los pies de la colina de la Sabika. A poco más de veintidós kilómetros de la desembocadura con el rio Genil nace en el paraje conocido como Fuente de la Teja en Huetor Santillán el pequeño pero archiconocido rio Darro para llegar por su valle a la ciudad entre las dos legendarias colinas. Hasta el siglo XIX, cuando se ocultó bajo asfalto y cemento, el rio partía en dos la ciudad haciendo necesario la construcción de numerosos puentes para poder salvarlo. Hoy en día queda algunos de estos en pie pero en su momento hasta trece eran los que contaba su discurrir. Este que vemos en la excelente fotografía es el octavo puente y conocido de numerosas maneras, de la Gallinería, de los Sastres, de los Zapateros o de San Francisco. Este espacio es lo que hoy es la moderna calle Reyes Católicos y el puente que se asentaba en la antigua calle de la Sierpe hoy es un lado de la Plaza de Isabel la católica. Obsérvese las casas colgantes sobre el rio, muy numerosas entonces, y el caudal del arroyo que aunque pequeño es constante y en ocasiones violento. Una imagen de antes de la destrucción del antiguo centro de la ciudad donde el rio era un componente vital en el día a día de los granadinos y que fue sepultado y olvidado para abrir paso a la modernidad.

sábado, 29 de noviembre de 2008

El Cristo de la Luz



En esta instantánea de finales del S. XIX perteneciente al archivo de la Comisión Provincial de Monumentos de Granada podemos apreciar la primitiva imagen del Cristo de la Luz de la albaicinera iglesia de San Luis de la que ya hablamos con anterioridad en el artículo "Cien Años de Soledad". Dicha talla fue pasto de las llamas en el incendio de este templo acaecido en el año 1933 por lo que la fotografía cobra mayor importancia al poder observar en detalle este crucificado que gozó de gran devoción en la Granada de siglos pretéritos.


Cuenta la leyenda que durante la persecución de los almohades en el siglo XII contra los cristianos hubo de ser ocultada en una mina. Ya en el siglo XVI unos obreros que trabajaban en los cimientos de la sacristía oyeron una voz que decía: “Cavad y encontrareis la luz”, descubriendo la imagen iluminada por una lámpara por lo que se advocó como de la Luz. A raíz de este suceso nació la devoción hacia el Cristo de la Luz, entre cuyos devotos estaba San Juan de Dios, fundándose una hermandad que le rindiera culto. La iconografía se asemeja a la del Cristo de Burgos tan extendida por toda la geografía española e iberoamericana, es decir, se trata de una talla de hechuras góticas con faldetín a modo de paño de pureza, corona de espinas y aureola plateadas, pelo natural superpuesto sobre el propio tallado. Se enclava en una cruz plana rematada en sus extremos por cantoneras redondeadas de la que pende un paño representativo del universo, en el cruce de los maderos aparece un resplandor. Como curiosidad, junto a las manos y los pies perforados por los clavos brotan sendas flores de pasión en metal plateado. En su honor se dedicaba anualmente un septenario pasada la Semana Santa conocidos popularmente como los “reviernes” consistente en los cultos que se celebraban los siete viernes después del Domingo de Resurrección. Desaparecida la milagrosa imagen se realiza una nueva por parte del profesor de la escuela de Artes y Oficios de Granada Enrique Martínez Olalla que actualmente recibe culto en el convento de Carmelitas Calzadas de la calle Monjas del Carmen a espaldas de la plaza de Isabel La Católica. ¿Volveremos a verla alguna vez en San Luis?

domingo, 9 de noviembre de 2008

Un edificio perdido





Al pie de la colina del Albayzín, junto a la margen derecha del rio Darro se levantó en el siglo XIII el Maristán, hospital fundado por el sultán Muhammad V para albergar enfermos pobres. El edificio era de planta rectangular de dos pisos de altura que se abrían mediante galerías sobre pilares de ladrillo alrededor de un patio con alberca en la que caía el agua de dos leones de enormes proporciones. Sobre la puerta de acceso se colocó una lápida fundacional que aún se conserva. Tras la conquista de la ciudad paso a ser utilizada como casa de la Moneda, cuartel, cárcel y por último casa de vecinos modificándose con el paso del tiempo su aspecto por completo. A mediados del siglo XIX el arquitecto Francisco Enríquez realizó detallados dibujos del edificio ante su inminente ruina y la solicitud de derribo de su propietario. Hoy día solo se conserva parte de la galería del costado sur del edificio, siendo el resto un solar en el que se amontonan los escombros.



Tras treinta años desde que se realizaran las últimas labores de investigación y consolidación de lo poco que quedaba, fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005. Posteriormente se anunció por parte de la delegación de cultura de la Junta de Andalucía su reconstrucción y su futuro uso cultural. La realidad a día de hoy es que ningún cambio se ha visto en el solar. Comprensible es la complejidad de cualquier actuación en el barrio del Albayzín, pero sorprende que la ciudad se vea inmersa en multitud de proyectos, necesarios sí, como el metro o el gran espacio escénico y este edificio de cuya tipología solo existieron dos en Al-Andalus quede aplazado sine die. Por suerte se conservan los planos, secciones y detalles necesarios para su fidedigna reconstrucción y, habida cuenta que no existe edificación alguna en dichos terrenos, lo lógico es recuperar tan importante edificio de la Granada Nazarí. La mediática y cuestionada celebración del milenio del Reino de Granada en 2013 debe ser una razón de peso para levantar la ciudad del siglo XXI pero sin olvidar los más de mil años de historia que nos contemplan. ¿Estará Granada a la altura de Granada?

lunes, 20 de octubre de 2008

Tambien es memoria historica


De las tantas barbaries que a lo largo de los tiempos han destruido tanto patrimonio y joyas del arte en Granada, una de ellas fue, la que amparandose en una ideología politica, el 10 de Marzo de 1936 un grupo de personas quemaron el templo Colegial del Salvador. Este, que ocupaba el lugar en el que un día estaba la mezquita mayor del Albaicin, se redujo a cenizas haciendo desaparacer todas las obra de arte que alli se cobijaban. Solo quedaron en pie los muros y arcadas de su gran nave. Entre todas esas obras de arte que se perdieron, estaba una imagen de Jesus momentos despues de ser flagelado con la advocacion de Mayor Dolor. Su autor el genial escultor granadino Jose de Mora.

100 años de Soledad.




Hace cien años estaba viva y ahora duerme en el olvido, y nunca supo la causa de la que de un día para otro quedó prácticamente destruida. Esta es la Iglesia de San Luis en la calle del mismo nombre en el más alto Albayzín. Construida sobre la mezquita Azafa, fue parroquial desde su fundación en 1526 hasta 1842 en el que se suprimió pasando a depender de la Parroquia del Salvador. Su interior era de estilo gótico-mudéjar, característica común en las primeras construcciones de la Granada cristiana .La torre hubo de ser reconstruida en estilo neoclásico en 1794 debido a su mal estado. En este templo recibió culto la venerada imagen del Cristo de la Luz, el cual según la leyenda apareció en uno de sus muros junto a una lámpara encendida, de ahí su advocación.
Durante las revueltas populares de diciembre de 1933, la noche del día 9 fue asaltada por un grupo de unas cien personas que amontonando los bancos le prendieron fuego perdiéndose la armadura de cubierta mudéjar y todas las imágenes y retablos. Acabada la guerra civil se emprendió la reconstrucción de los templos destruidos en la ciudad pero este quedó olvidado quizás por el despoblamiento de la zona. Hoy día solo los muros en pie recuerdan su antiguo esplendor, la hierba cubre la única nave del edificio y la bóveda que la cubre es el cielo granadino.