Puerta de Siete Suelos, reconstruida en los años 60 del siglo XX
1812 es un año que se recuerda en España por la promulgación de la Constitución de Cádiz. Pero a nivel local, Granada tiene también motivos para celebrar que hace doscientos años se salvó, casi de milagro, su monumento más representativo. Los dos años y medio de ocupación francesa en la ciudad (1810-1812) arrojaron un saldo claramente negativo. A pesar de algunos avances en el urbanismo, el Invasor destruyó monumentos y edificios históricos, sustrajo importantes obras de arte, esquilmó las arcas públicas y dejó sumida a la población en la ruina y la hambruna, “despidiéndose” de ella con el hecho que hoy recordamos.
Horacio Sebastiani
Nicolás Soult
La ciudad fue controlada sin oposición de las autoridades a principios de 1810 por el conde Horacio Sebastiani. A él se debe el expolio y la destrucción de numerosos conventos, la creación del Paseo del Salón, el Puente Verde y algunas obras de reparación en los abandonados palacios de la Alhambra. Todo ello, claro está, a costa de las arcas públicas y de abusivos impuestos. Su “blanda” gestión y no haber conseguido vencer a las guerrillas hará que sea relevado por el barón de Leval en junio de 1811 y en agosto por el temido mariscal Nicolás Soult. El año escaso de estancia de este en la ciudad será el peor para Granada, nuevos impuestos y requisas de alimentos harán crecer el malestar entre la hasta entonces sumisa población. Ya en el verano de 1812, en que el ejército del duque de Wellington entra en Madrid, el temor de quedar atrapados en Andalucía hace que comience la retirada de las tropas francesas por el Levante. El 15 de Septiembre el General Ballesteros acampaba en Padul y Soult salía de Granada con todo el dinero que le fue posible sustraer. Era práctica habitual destruir cualquier plaza fuerte, munición, maquinaria, y hasta las reservas de alimentos que al dejar atrás pudieran servir al enemigo. Aquí habían utilizado, entre otras, la fortaleza de la Alhambra. Su suerte estaba echada.
Perímetro de murallas destruido en 1812
Fue la noche del dieciséis al diecisiete de septiembre, así lo relata un testigo presencial, Nicolás Peñalver: “¿Quién podría olvidar el espantoso estruendo que producían al desplomarse los antiguos torreones y al reventar las minas que debajo de ellos se abrieron?” En efecto, Soult había mandado minar todo el perímetro de la Alhambra, a parte de las fortalezas de Santa Elena y del Azeytuno, también destruidas esa noche. Aquí la historia se convierte en leyenda, la del Cabo de Inválidos José García, cuya existencia se ha puesto en duda al no tener noticias ciertas de él después del valeroso hecho que se le atribuye. La mecha se prendió en la Torre de la Barba a escasos metros de la Puerta de la Justicia, avanzando y destruyendo las murallas del lado Sur de la fortaleza. Fueron cayendo parcial o completamente las torres de los Carros, de los Abencerrajes, de las Cabezas, de la Bruja, del Capitán, de Siete Suelos, de Baltasar de la Cruz, de Juan de Arce, del Agua y del Cabo de la Carrera.
Reconstruidas torres de Baltasar de la Cruz y de Juan de Arce
La siguiente era la calahurra de Muhammad VII, la “Torre de las Infantas” iba a convertirse en escombro, pero la mecha se cortó. José García, que había quedado cojo en Bailén en 1808, corrió a tirarse sobre el reguero de pólvora que ya se encaminaba hacia los Palacios Nazaríes. Según otras versiones, el sentido de la voladura fue el inverso, alguna incluso niega que hubiera intención de destruir toda la Alhambra. Sea como fuere, mucho se perdió esa noche, pero también fue mucho lo que se salvó. Aunque en la actualidad están reconstruidas, algunas de estas torres permanecieron más de un siglo en ruinas. Ahora bien, ¿fue verdad que José García salvó la Alhambra o simplemente la mecha falló por algún defecto de preparación?, ¿por qué permaneció en el anonimato después?, estos interrogantes aun circulan sobre este hombre cuya memoria recuerda una placa colocada en 1936 en la Plaza de los Aljibes. Existiera o no, la figura del Cabo García representan la de tantos españoles anónimos, “esclavos del honor”, que defendieron su patria hace doscientos años.
Torre del Agua
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