Retomamos el relato que hace Washington Irving de la conquista del reino granadino con un capítulo dedicado al asedio y rendición de una de las plazas fuertes de los nazaríes, Ilyura.
No nos da nuestro autor en su texto la fecha exacta de la rendición de Íllora, 8 de junio de 1486, pero si acierta al situarla, dentro de la cronología de la guerra, entre la toma de Loja en mayo de ese año y la de Moclín el 26 de julio. Sin embargo omite la caída de Montefrío el 26 de Junio, que por su cercanía a Íllora fue el siguiente objetivo de la campaña que rindió la última frontera nazarí. Centrándonos en la que nos ocupa, comienza el capítulo describiendo, recurso habitual del escritor romántico, la población. Así dice que “esta formidable plaza fuerte se hallaba encaramada sobre un altísimo peñasco, en medio de un espacioso valle a cuatro leguas de la capital granadina. Su encumbrado castillo, que ejercía vigilancia sobre una extensa área del país, se lo llamó siempre el ojo derecho de Granada”.
Continúa elogiando el valor del alcaide de Ilyura que, mandando a mujeres, niños y ancianos a Granada, se aprestó a defender su plaza hasta el final. Cita el texto una colina llamada de “Encinilla” como lugar de acampada del rey Fernando quien dirigiría el ataque. No es esta, como decimos, una narración con datos precisos. No nos da cuenta Irving del tiempo que duró el asedio, dato que seguro tuvo a mano durante sus investigaciones, dándole mayor importancia a la sucesión de los hechos. Primero el ataque de las tropas del duque del Infantado y el conde de Cabra contra los arrabales de la población con grandes bajas por ambos bandos. Una vez sometidos estos y refugiados los supervivientes en la fortaleza entra en juego la artillería, “tres baterías, provistas cada una con ocho grandes bombardas, abrieron el fuego sobre la plaza fuerte”. El resultado de este ataque sería demoledor ya que “aquellas murallas no se construyeron para resistir el empuje de tales artefactos. Las torres fueron derribadas, los lienzos reducidos a pedazos, y el interior de la fortaleza quedó a la intemperie”. Consecuentemente el alcaide decide rendirse y, como era costumbre, se les permite salir de ella con vida pero desarmados, siendo escoltados hasta el puente de Pinos.
Termina el capítulo con las instrucciones que el rey Fernando dio al nuevo Alcaide, un joven don Fernando González de Córdoba que entonces era “capitán de la guardia real y ya había dado prueba de las proezas que más adelante lo hicieron tan famoso”, para la reparación y fortificación de las defensas de la Íllora cristiana. He aquí este pequeño relato de la guerra novelado por el hispanista Washington Irving que queremos dedicar especialmente al blog http://hillora.blogspot.com/, por el empeño demostrado para que el 8 de junio de 1486 sea recordado, sin entrar en polémicas vanas, como fecha importante en la historia de la Villa de Íllora.
1 comentario:
Muchas gracias por la dedicatoria. Un artículo excelente, sigue así.
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