jueves, 27 de enero de 2011

El Carmen de los Mártires (III). El Convento de Carmelitas Descalzos



Al poco de la reconquista de la ciudad y de la liberación de los cautivos cristianos en las mazmorras alhambreñas, la reina Isabel mandó construir en la parte más alta de la loma de Ahabul, presumiblemente sobre un antiguo morabito árabe, una ermita dedicada a los cristianos que en este lugar perecieron. Fue erigida con el titulo de los Santos Mártires. El edificio, de amplias proporciones, se levantó con traza gótico-mudéjar, muy común en esa época, cubierto por una armadura igualmente mudéjar. Lo más sobresaliente de la ermita era  su retablo compuesto por diferentes pinturas en tablas que mostraban un crucificado, un descendimiento y varias escenas sobre cautiverios y martirios de santos: la lapidación de San Esteban, la degollación de San Hermenegildo, el asaeteado de San Sebastián, el cautiverio de San Marcelo Papa, la liberación de San Pedro y la de varios mártires franciscanos fallecidos en esta colina que ya vimos en la anterior entrada. Manuel Gómez-Moreno atribuye como autor de estas tablas a Juan Ramírez, artista afincado en Granada en la primera mitad del siglo XV y que además de pintor de retablos fue iluminador de libros de coro de la seo granadina, cinco de estas tablas todavía hoy se conservan en el Museo de Bellas Artes. Por Real Decreto del emperador Carlos I, la ermita fue anexionada para su jurisdicción y administración a la Capilla Real el 6 de diciembre de 1526.

En 1567 llega la orden carmelita a Granada instalándose en una casa de pequeñas dimensiones en la Cuesta de Gomerez. Su incomodidad haría que al poco tiempo los monjes hicieran numerosas gestiones para trasladarse a otro lugar. Tras pasar por las Alpujarras, el capitán general del Reino de Granada y alcaide de la Alhambra, el conde de Tendilla, les animó y apoyó para que se instalasen en  dicha ermita. Finalmente, en 1573, se llegaría a un acuerdo con el cabido de la capilla real para que el prior,  Fray Baltasar de Jesús Nieto, junto al número limitado de tres monjes, aunque luego se aumentaría a treinta, ocupasen el llamado Campo de los Mártires.  Bastantes penurias pasarían en sus primeros años en este lugar puesto que a la falta de espacio, todos los monjes estaban instalados en las pequeñas dependencias de la casa del capellán, se le unía la falta de recursos económicos y de abastecimiento de agua a causa de un conflicto con el cabildo de la Capilla Real. En varias ocasiones pensaron marcharse del lugar detenidos por la persistencia del conde de Tendilla hasta que el 31 de Mayo de 1579 los terrenos fueron independizados de la capellanía real y adscritos al Rey Felipe II quien tres años antes les había concedido mediante Real Cédula dos reales de agua para su abastecimiento.


Así, con mejores condiciones para su dedicación, los monjes comienzan la construcción del Convento de Carmelitas Descalzos de los Santos Mártires. En la plataforma de Ambrosio de Vico queda constancia de cómo fue este primer convento, los monjes aprovecharon el perímetro de la muralla que cercaba las antiguas mazmorras para circundar las huertas y las dependencias monacales con un gran patio ajardinado se levantaron a la derecha de la primitiva ermita la cual tenía en su frente una prominente cruz de piedra. En 1587 se construyó un acueducto que traía el agua del Generalife y un gran estanque, todavía conservados. En este tiempo fue prior del convento de 1582 a 1588 el místico abulense San Juan de la Cruz. En su estancia en Granada completaría algunas de sus obras maestras como “Cantico Espiritual”, “Llama de Amor Viva”, “Subida del Monte Carmelo” y “Noche Oscura del Alma” de la que se dice que se inspira en el paisaje que el santo pudo contemplar desde el Campo de los Mártires. También es tradición la creencia de que el mismo plantó un cedro que todavía hoy se alza exuberante conocido como “el cedro de San Juan de la Cruz”.


Entre 1614 y 1620 se levanta un nuevo convento más espacioso para el cual serían derribadas las anteriores celdas. Su construcción, como la del anterior edificio, seria acometida por los propios frailes. La principal novedad era la nueva iglesia sobre la antigua ermita que solo sufrió el derribo de uno de sus muros para transformase en sala capitular. Esta se situaba a los pies del templo sobre la que se alzaba una espadaña. La planta del templo era de cruz latina de una sola nave, sobre el crucero se elevaba una cúpula y a su lado izquierdo se situaba una hermosa capilla octogonal perteneciente a la hermandad de penitencia de Jesús Nazareno y Santa Elena, corporación fundada a la par que el convento y que hacía estación de penitencia en la Catedral en la madrugada del Viernes Santo con una imagen de Pablo de Rojas que se conserva en la iglesia de la localidad vecina de Huétor-Vega. El resto de dependencias de los mojes se disponían  en torno a dos patios, el primero, hermosamente decorado, fue modelo para posteriores conventos carmelitas  de toda la geografía española. El claustro se organizaba en torno a una fuente central rodeado por arcadas de veinte columnas y galerías abovedadas. El segundo era más austero en arquitectura pero más agraciado en panorámica pues desde el mismo se podía observar la vega y la sierra. A su vez la vista del conjunto desde la ciudad debería de ser majestuosa pues el desnivel del terreno hacía que las distintas dependencias estuvieran a diferentes alturas dándole un aspecto de grandeza.  Delante de la fachada principal se abría un amplio paseo de frondosos álamos y en donde se situaban una serie de cruces que conformaban una vía sacra. En el paseo central del bosque de la Alhambra, junto a la fuente del Tomate se conserva una de estas cruces. Esta en especial fue donada por el conde de Tendilla en 1641 junto a la columna y capitel nazarí donde se posa.


Pasarían los años con la tranquilidad propia de estos recintos para la orden hasta la invasión napoleónica de  1810 en el que fueron expulsados los frailes y utilizado como cuartel, fortificándose la colina y enlazando las murallas con las de la Alhambra. Tras la marcha de los franceses fue usado como pabellón de inválidos y posteriormente exclaustrado en 1835. Solamenteo siete años más aguantaría en pie el edificio hasta que fue finalmente demolido en 1842. Pero no queremos terminar este capitulo dedicado al enclave que ocupó la orden carmelita sobre la colina de los Mártires con este triste acontecimiento, sino con los bellos versos que el lugar inspiraría al santo de la mística:

En mi pecho florido,
que entero para él se guardaba,                                                                                 
allí quedó dormido,                                                                                                   
y yo le regalaba,                                                                                                        
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,                                                                                                  
cuando yo sus cabellos esparcía,                                                                               
con su mano serena                                                                                                  
en mi cuello hería,                                                                                                     
y todos mis sentidos suspendía.



1 comentario:

Raíces dijo...

Magnífico blog. Sinceramente es una gozada profundizar en la historia de la ciudad y del reino.