Expulsión de los judíos, Emilio Sala Francés (1889)
La
celebración de la Toma de Granada se ha visto envuelta en la última década por
la polémica de quienes quieren ver, y otros introducir, en una tradición cívica
connotaciones políticas o, nada más lejos de la realidad, de intolerancia o
racismo. Empeñados en hablar de vencedores y vencidos e identificados con
cristianos los primeros y musulmanes los segundos, nos olvidamos de otro pueblo
que también se vio afectado por las Capitulaciones para la entrega de Granada. A la comunidad judía de Granada también se la menciona en los acuerdos firmados en el
real de Santa Fe el 28 de noviembre de 1491, y no es que saliera precisamente bien
parada. Pero de ellos no se habla, son los olvidados de la Toma.
El
pueblo español, y antes de su gestación como estado, los habitantes de los
reinos que le dan origen eran siervos de su rey, esto fue así hasta que en las
Cortes de Cádiz de 1812 se nos otorga el estatus de ciudadanos libres. Por
tanto cuando Boabdil negocia con los Reyes Católicos la entrega de sus
posesiones, no solo lo hace de sus tierras sino también de sus súbditos,
musulmanes en su gran mayoría, pero también judíos, esclavos cristianos, etc. La
población que quedaba de la Granada Judía, que tantos avatares había sufrido a lo largo
de los siglos anteriores, es mencionada en varios de sus setentaisiete
artículos, estableciéndose que están incluidos en ella “los judíos naturales de Granada y de su Albayzin y arrabales, y los de
la Alpujarra y de todos los otros lugares contenidos en estas capitulaciones”.
Si bien en el texto, al igual que a los musulmanes, se les permite seguir
viviendo en su fe y costumbres, se observa claramente como se les da un trato
diferenciado del establecido para la población musulmana. En primer lugar se
establece “que no mandarán sus altezas ni
el príncipe don Juan su hijo, ni los que después dellos sucedieren, para siempre
jamás, que los moros que fueren sus vasallos traigan señales en los vestidos
como los traen los judíos”. La costumbre cristiana de señalar a los judíos
con un distintivo amarillo no era a ajena al reino nazarí, ya en 1273, tras la
muerte de Muhammad I, el Rey Alhamar, se habían promulgado normas que los
obligaban a lucir sombreros o bandas identificativas. Por otro lado también se acordó “que no permitirán sus altezas que los judíos
tengan facultad ni mando sobre los moros ni sean recaudadores de ninguna renta”.
Estos cargos habían sido con frecuencia ocupados en las cortes de los
reinos cristianos, y en ocasiones también en la granadina, por judíos lo que
era mal visto por el común de la población. Sin embargo los judíos granadinos
se habrían conformado con estas nuevas restricciones apenas unos meses después
cuando fray Tomás de Torquemada, entrega en nombre de la Inquisición a los Reyes
Católicos el borrador del decreto de expulsión definitiva de los judíos de
todos sus reinos. Este decreto “de Granada” o “de la Alhambra” como es conocido
se firmó el 31 de marzo de 1492 y se hizo público el 29 del mes siguiente.
Con
estos acontecimientos comenzó a borrarse la huella de los sefardíes en la “Granada de los judíos”. Sin embargo, 522
años después de este hecho recuperamos parte de ese legado. Coincidiendo
acertadamente con el Día de la Ciudad de Granada, abre sus puertas un nuevo
espacio expositivo permanente destinado a difundir la huella del pueblo judío
en nuestra tierra. Se encuentra situado en el Palacio de Santa Inés, en la
cuesta del mismo nombre perpendicular a la Carrera del Darro. Su nombre, que da
pie al título de esta entrada, nos parece igualmente oportuno: “Palacio de los
Olvidados”. Cuenta este nuevo museo con la colección privada de la familia
Crespo López, que ha recopilado a lo largo de varias generaciones el material
que ahora se nos ofrece. Por ello hoy estamos de enhorabuena.
Para saber más: recomendamos visitar el nuevo museo, situado en la mencionada Cuesta de
Santa Inés, abierto todos los días de 10:00 a 19:00 horas. Más información en la página web del museo (VER)