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sábado, 16 de octubre de 2010

Labor y Oración junto a las Aguas del Darro


Si remontamos el curso del Darro, a pocos kilómetros de la capital y en el mismo término municipal, nos encontraremos con un edificio prácticamente en ruinas que sirvió de residencia monacal. Se trata del Convento de Jesús del Valle, una hacienda-cortijo construido en el siglo XVII  junto a las orillas del río Darro aunque con anterioridad en el mismo lugar existió un molino, en el siglo XVIII los jesuitas construirían el convento propiamente dicho para su residencia. Sin duda constituye un ejemplo claro de explotación agrícola y ganadera por parte de la iglesia, y en concreto por la Compañía de Jesús. El origen de su nombre no crea dudas, se sitúa enmarcado en pleno valle del Darro al noroeste de los montes alhambreños, zona de gran riqueza paisajística y que en su momento estuvo rodeado de fértiles tierras de labor.



Todavía hoy se accede al convento por su sencilla portada con pilastras toscanas y doble cornisa sobre la que pudiera haber una hornacina con la imagen del santo titular. Tras pasar un zaguán abovedado se nos abre un amplio compás o patio que reparte  las dependencias de la finca, a un lado la hacienda propiamente dicha y a otro la residencia jesuita incluyendo una capilla. A la derecha según entramos, en el lado más cercano al Darro, podremos observar el antiguo molino de harina movido por las aguas del río y junto a el un horno de pan. La hacienda se divide en cuatro zonas; el mencionado molino de aceite, el de harina con parte de su maquinaria aún visibles, los lagares y los corrales donde todavía se pueden apreciar los abrevaderos y pesebres para el ganado. En el  lado oriental del patio se sitúa la antigua residencia de los jesuitas. La austera fachada del convento de tres cuerpos de alzada lo centra una portada de ladrillo con dobles pilastras acanoladas y una amplia cornisa donde se situaba el escudo de la orden centrándolo las iniciales JHS el cual ha sido retirado de su ubicación. La residencia se compone de dos corredores de tres plantas formando una planta en L en torno a un patio que queda abierto en dos de sus lados. Tras el zaguán, a la derecha, se dispone el oratorio con una planta basilical y que quedaba dividido en dos por la reja del coro. A ambos lados se insinúan dos capillas de poca profundidad que aparentan dibujar una planta de cruz latina. La estancia lo cubre una bóveda de espejo, la cuál ha caído casi por completo, y bajo la solería se encuentra la cripta de la comunidad. Al otro lado del vestíbulo se abre un gran espacio rectangular también cubierto por una bóveda que funcionó como refectorio. En el ángulo que forman las dos alas del edificio se encuentra la escalera, de grandes proporciones y con una balaustrada de madera. Por ella se accede a la planta principal en donde dos grandes corredores reparten las espaciosas habitaciones cubiertas con techos de vigas de madera y cañizo. Estos aposentos se iluminan mediante amplios vanos siendo los que dan al patio principal  con arcos abocinados. La última planta se compones de dos largas naves que debió de almacén y secadero, una armadura de par y nudillo da forma al tejado.





Con la expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la corona española en 1767, el convento de Jesús del Valle es clausurado. El edificio junto con las huertas pasa a ser de propiedad particular siguiendo funcionando como un cortijo más incluso el oratorio, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, dependía a mediados del S. XIX de la abadía del Sacromonte. En las últimas décadas del pasado siglo quedó abandonado siendo sometido a una desaprensiva expropiación de todo lo que tuviese algo de valor quedándose el edificio prácticamente desnudo y acelerando su propia ruina. Diferentes propósitos como la construcción de la nueva autovía o el pantano que se idea levantar en pleno valle han hecho augurar un fatal destino al edificio. También el actual propietario del inmueble, un conocido constructor, ha especulado sobre estos terrenos con la pretensión de construir un hotel de lujo. Por suerte el conjunto fue declarado el 27 de Octubre de 2005 como bien de interés cultural (b.i.c). Un año después la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Granada insta al propietario a la “adopción de medidas urgentes provisionales” que frene el deterioro del cortijo. Estas medidas son la eliminación de toda la maleza vegetal y de los escombros, el apuntalamiento del edificio y la reparación de todos los muros y cubiertas con riesgo de desplome, tareas esta que al parecer se están realizando en la fecha en la que se publica esta entrada. Anhelamos que no se especule más con este importante edificio que forma parte de la historia de Granada, y que estas obras que se están acometiendo sea el principio de una rehabilitación merecida. 

        
        

       Antes y despues de la limpieza del patio principal

viernes, 21 de mayo de 2010

El Aljibe del Rey. Granada vista a través del Agua.


Las aguas provenientes de la Alfaguara abastecieron la ciudad de Granada desde el siglo XI como vimos en “Aynadamar, las lágrimas de Granada”. A modo de continuación de aquel paseo, nos acercamos hoy a este aljibe, el más grande de la ciudad y el único visitable, para conocer cómo funcionaba la red de depósitos que daban agua al Albayzín.


Situado en la Placeta del Cristo de las Azucenas, junto al parque de Santa Isabel la Real, el edificio, sede de la fundación Emasagra, engloba un antiguo carmen que recibe el mismo nombre, los jardines anexos y el propio aljibe. Lo primero que llama nuestra atención es el pétreo brocal del depósito abierto bajo un arco de ladrillo con alfiz en la fachada de la casa. Pocos imaginan que existe la posibilidad de estar al otro lado de esa portezuela herrumbrosa. Una vez dentro, situados en el jardín, podremos ver una curiosa amalgama de objetos de épocas y lugares diversos. Así nos encontramos con pedestales provenientes de antiguas cruces situadas en el Sacromonte, piedras de molino, incluso losas que servían de mostradores en el antiguo Mercado de San Agustín reutilizadas en el solado. También encontraremos una gran variedad de plantas y árboles representativos de nuestra región. Desde aquí podremos observa la cara interior de la Muralla Norte de la Alcazaba Cadima y el vecino palacio de Dar Al-Horra. Continuando con la visita, el guía nos mostrará, mediante maquetas y planos la evolución urbana de la ciudad y de la red de conducciones que distribuían el agua de Fuente Grande desde el colector al que llegaba la acequia, situado en la plaza de Manflor junto a la fábrica de cerámica de Fajalauza.


La parte central de la visita la protagoniza el propio aljibe, una construcción del siglo XI cuyo nombre proviene de la creencia de que servía el agua a los palacios de la corte zirí que ocupaban esta zona de la Alcazaba. Se fundamenta esta afirmación en la enorme capacidad del depósito, 300 m3, lo que da indicios de que debía abastecer a un gran complejo de edificios así como la referida ubicación junto a lo que se cree que eran los palacios reales. Se compone de cuatro naves cubiertas con bóvedas de cañón de ladrillo, comunicadas entre sí por arcos del mismo material que descargan sobre pilares. En las bóvedas se abren huecos por los que se recogía el agua de lluvia, lo que hace pensar que su construcción es incluso anterior a la del abastecimiento desde Aynadamar. Uno de estos huecos servía también para extraer el agua, como curiosidad se pueden ver las acanaladuras que el roce de la cuerda, no se usaba polea, ha dejado a lo largo de los siglos en la piedra. Se accede al depósito por el hueco que comunica con el pretil exterior por lo que pasaremos junto a la misma portezuela que antes vimos en la calle, ahora por el interior. Sus reducidas dimensiones y profundidad así como la imposibilidad de agrandarlo han obligado a la realización de una empinada escalera no apta para todos los públicos, y aun siendo ágil hay que tener cuidado al bajar. Junto a este también se conserva el canal de derivación que daba paso al agua desde el ramal al aljibe así como la compuerta que lo cerraba. El guía nos explicará cómo se realizaban los llenados y quiénes eran los encargados de este trabajo. Continúa la visita por otras salas dedicadas a la agricultura, la industria y máquinas que aprovechaban el poder del agua, la legislación y pleitos que supuso su uso o los oficios, como el del aguador, que a su alrededor se crearon.



Por todo ello recomendamos, pues lo dicho aquí solo es un pequeño resumen, acercarse a conocer este aljibe en persona, pues realmente merece la pena. La visita guiada, totalmente gratuita, para particulares se realiza actualmente de lunes a viernes a las 12 del mediodía con una duración aproximada de una hora.


viernes, 23 de octubre de 2009

El Agua de la Vida


Conocida es la predilección que han tenido a lo largo de los tiempos las distintas civilizaciones por la tierra del granado en fruto, por su situación y por los diferentes recursos que aquí se encuentra como la fértil Vega o el agua cristalina que baja de la sierra. Pero quienes prestaron especialmente atención a este regalo que inunda todas nuestras tierras fueron los árabes, para ellos Granada era como un oasis en medio del desierto y su agua un tesoro que proteger y dignificar.

Por ello la vida de los musulmanes granadinos la marcaba ese preciado bien y allá por donde transitaran siempre iban al encuentro del agua. Esta, a parte de ser fundamental para la vida, también sirve para crear belleza, su discurrir además está cargado de simbolismo. El elemento más repetido de los palacios granadinos, a excepción claro está de la piedra y el ladrillo, de la filigrana y de la profusa decoración, es el agua. Sin el agua no se puede comprender la ciudadela alhambreña, esta hace que los palacios tengan esa dimensión de eternidad y grandeza. Toda vivienda nazarí se dispone siempre alrededor de un patio con una alberca pequeña en las casas de la medina o grandes y majestuosas en los palacios reales.

Estos estanques hacen que el agua se convierta en un espejo maravilloso donde todo toma una doble dimensión, la historia de civilizaciones milenarias se refleja en la alberca con precisión milimétrica dando sensación de eternidad. Junto a estas albercas, en sus extremos, suele haber una pequeña taza casi a nivel del propio suelo con una gran carga simbólica. Estas fuentes circulares representa el proceso vital de todo ser vivo, el surtidor semeja la explosión del nacimiento que al caer se desparrama en un ancho círculo símbolo del crecimiento y de la continuación de la vida, rápidamente primero, lentamente al llegar a sus extremos. Una vez que ha ocupado toda la taza correrá lánguidamente por el estrecho canal de la muerte para, por fin, terminar derramándose en el gran estanque central, la eternidad, el cielo, el más allá, o como queramos llamarlo. Todo un ejemplo de la importancia que tiene el agua para el Islam y más en una ciudad donde los vergeles forman un todo indivisible con el paisaje.

jueves, 15 de octubre de 2009

El Valle de la Alegría


Así llamaron los musulmanes al Valle de Lecrín pero bien pudiera ser el adjetivo para describir esta tierra, una de las más bellas del Reino de Granada. El nombre Lecrín, como es más conocido el valle, deriva de la voz árabe "Iqlim" que significa precisamente región, distrito o comarca. A medio camino entre la costa y la capital, el viajero se encuentra con una depresión de frondosa vegetación delimitada por cadenas montañosas, al Noreste sobresalen Sierra Nevada y Las Alpujarras, también limita con otras sierras como la de los Güájares al Sur. En la actualidad lo componen varios municipios: Dúrcal, Padul, Albuñuelas, Nigüelas, algunos de los cuales son el resultado de la unión de pequeños pueblos como Lecrín; que integra Acequias, Chite, Béznar, Mondújar, Talará y Murchas. El Valle; formado por Melegís, Restábal y Saleres. El Pinar: Pinos del Valle, Ízbor, Acebuches y Tablate. Y finalmente Villamena: Cónchar y Cozvíjar. Casi una veintena de poblaciones de las cuales algunas no son más que un pequeño grupo de casas alrededor de la plaza de la iglesia, imagen que recuerda a las antiguas alquerías que les dieron origen.



Existen evidencias de la existencia de asentamientos humanos desde la prehistoria y de los primeros poblados íberos. Posteriormente, con la llegada de los colonizadores fenicios a nuestra costa será punto de comunicación con la Vega. Más datos hay de la presencia del Mundo Romano en estas tierras, así lo atestiguan las termas descubiertas en Talará. Pero será con la llegada del Islam cuando alcance mayor desarrollo, siendo una de las comarcas que integren la Cora de Elvira. Especial importancia defensiva tendrá en el periodo nazarí en el que se construyen numerosas fortalezas y torres que aun no estando en tierra fronteriza se distribuyen por la comarca de forma similar. Varias fueron sus funciones, unas como refugio de la población, otras como asentamientos de tropas. La zona fue de gran importancia estratégica en las guerras civiles entre nazaríes así como en las de la Reconquista. Posteriormente, por su cercanía a la Alpujarra, también fue plaza fuerte en las insurrecciones moriscas del siglo XVI.


Pero quizás uno de sus más preciados tesoros es el Agua. Tres son los ríos principales que lo surcan, el Dúrcal, el Torrente y el Albuñuelas, sus aguas nacen de las nieves de la vertiente Sur de Sierra Nevada precipitándose en abruptos torrentes hacia el valle. De su unión se forma el rio Ízbor que desemboca finalmente en el Guadalfeo. También hay que destacar la presencia del pantano de Béznar, construida su presa entre 1977 y 1985 en un tajo llamado "el salto del lobo", tiene una capacidad de 56 Hm3. Como se puede comprobar paseándolo, el agua es fundamental para que Lecrín sea un vergel al Sur de Granada. La abundancia de esta ha favorecido una agricultura fundamentalmente de regadío, ya que sus muchos cauces fluviales, riachuelos y manantiales han favorecido el cultivo de cítricos, especialmente de la naranja. Por ello no es de extrañar el encontrarnos con una compleja red de acequias a lo largo de los campos de labor, atravesando incluso las propias poblaciones. Podríamos decir, escuchando el murmullo del agua al desparramarse entre las piedras de sus montes, que esta brota y corre por el Valle con la limpieza y frescura de una risa. Bien pudiera ser esta la razón que llevo a sus pobladores a llamarlo el Valle de la Alegría. Hoy en día el turismo rural se ha convertido en una de las más importantes actividades económicas de la zona y la práctica del senderismo es una actividad especialmente recomendada, existiendo diversas rutas que recorren el valle a la sombra de los restos de las fortalezas que se levantaban en siglos pasados sobre sus cerros. Próximamente iremos conociendo algunas de ellas.
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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Aynadamar. Las lágrimas de Granada


La localidad de Alfacar es conocida por su producción de pan, dar un paseo por este pueblo en las primeras horas de la noche permite percibir el olor a horno encendido, a harina y levadura cociéndose lentamente. Tradicionalmente se ha dicho que la clave del buen sabor de este pan esta en el agua empleada para amasarlo. Y cierto es que Alfacar goza de numerosos manantiales así como de fuentes repartidas por todo el pueblo.

Sin duda la de mayor fama es la llamada Fuente Grande que se sitúa al pie del Cerro de la Cruz en la parte más alta del municipio. Este manantial fue llamado en época árabe Aynadamar, que significa “Fuente de las Lágrimas” por la forma en la que se derramaba el agua lentamente. Puede ser que por ello la fuente que rodea el manantial tenga precisamente la forma de una lágrima, curiosa también es la forma de brotar el agua en el fondo ya que de este emergen pequeñas burbujas de aire que al contacto con la superficie crean pequeños círculos. Su construcción, así como la de la acequia del mismo nombre, en el siglo XI se debe al último rey de la Taifa Zirí granadina, Abd’Allah ben Buluggin (1073-1090), quien ordeno a su Visir Abu Mu Ammal la canalización de las aguas del manantial para abastecer la ciudad de Granada que por entonces contaba con treinta y ocho mil habitantes. Este es para algunos historiadores el origen del asentamiento conocido como “Alfajar” que significa “alquería del alfarero o de la arcilla”, aunque parece que ya antes era lugar de recreo de los monarcas granadinos. Excavaciones en los alrededores han sacado a la luz los restos de lo que pudieran ser palacios, cármenes, una mezquita, fortificaciones e incluso se conservan restos evidentes de un baño árabe, todo ello da indicios de su posible uso por la corte zirí. Otras investigaciones argumentan que la acequia pudiera ser incluso de época anterior a los árabes.
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De la fuente, construida con mampostería y ladrillo siguiendo la técnica puramente árabe, parte la acequia que recorría en paralelo el camino entre Alfacar y Víznar, atravesaba esta localidad y se dirigía hasta la alquería del Fargue y Granada a la que acometía por la parte alta del Albaicín al que abastecía mediante una compleja red que conectaba los aljibes del barrio. La palabra Acequia proviene de la voz árabe As-saqiya, los musulmanes la utilizaron para transportar el agua por gravedad desde un punto alto hasta otro más bajo. Aun siendo parecida a los canales de los romanos, tiene características propias como la utilización de compuertas, presas y otras técnicas para controlar el movimiento y el caudal del agua conducida. La de Aynadamar se construyó con muros de argamasa revestidos con mortero de cal, siendo en la actualidad visible solo el tramo hasta Víznar restaurado en 1994. Del resto del recorrido, el tramo hasta el Fargue se realiza mediante tubería y el abastecimiento al Albaicín se ha perdido por completo.
Sin embargo la parte que aún se conserva ofrece un bello paseo a lo largo de la carretera que une los dos pueblos. Su recorrido, entre campos de labor a los que riega, zigzaguea adaptándose a la orografía del terreno. Se salpica de pequeños puentes de mampostería y ladrillo que servían de paso hacia los campos a la vez que evitaban la mezcla de las lluvias con el agua de la acequia. Poco antes de llegar a Viznar un pequeño muro permite salvar un barranco tras lo cual se adentra en un túnel para salir de nuevo a la superficie un poco más adelante. A la entrada de la localidad se pierde definitivamente entre propiedades particulares, aunque podremos visitar el museo etnográfico del Molino de la Venta. Este aprovechaba el caudal de la acequia para moler el trigo, según algunas fuentes fueron hasta veintinueve los que la jalonaban y que aprovechaban el poder de la hidráulica para estas labores. En las cercanías del paraje se encuentra el parque Federico García Lorca donde se cree fue fusilado, su contemporáneo Dámaso Alonso le dedicó el poema “La fuente grande o de las lágrimas” en la que evocaba el nombre de esta para llorar su muerte. Su comienzo dice así:

Ay, fuente de las lágrimas,
ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.
El viento de la noche,
¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?
¿por qué entrecorta el agua cual mi llanto?
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Es este un enclave de enorme belleza natural y paisajística, cargado de historia y una buena excusa para dar un paseo entre Alfacar y Víznar, donde a buen seguro nos cruzaremos con los lugareños que transitan este camino con frecuencia, junto a la fuente que dio de beber a Granada durante más de siete siglos.
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lunes, 12 de enero de 2009

El Río de Granada


El rio de oro o “Dauro” como se conocía antiguamente ya que en él era frecuente encontrar a personas buscando este mineral, es el rio de Granada cuyo curso atraviesa todo el centro de la ciudad tras haber pasado a los pies de la colina de la Sabika. A poco más de veintidós kilómetros de la desembocadura con el rio Genil nace en el paraje conocido como Fuente de la Teja en Huetor Santillán el pequeño pero archiconocido rio Darro para llegar por su valle a la ciudad entre las dos legendarias colinas. Hasta el siglo XIX, cuando se ocultó bajo asfalto y cemento, el rio partía en dos la ciudad haciendo necesario la construcción de numerosos puentes para poder salvarlo. Hoy en día queda algunos de estos en pie pero en su momento hasta trece eran los que contaba su discurrir. Este que vemos en la excelente fotografía es el octavo puente y conocido de numerosas maneras, de la Gallinería, de los Sastres, de los Zapateros o de San Francisco. Este espacio es lo que hoy es la moderna calle Reyes Católicos y el puente que se asentaba en la antigua calle de la Sierpe hoy es un lado de la Plaza de Isabel la católica. Obsérvese las casas colgantes sobre el rio, muy numerosas entonces, y el caudal del arroyo que aunque pequeño es constante y en ocasiones violento. Una imagen de antes de la destrucción del antiguo centro de la ciudad donde el rio era un componente vital en el día a día de los granadinos y que fue sepultado y olvidado para abrir paso a la modernidad.