domingo, 29 de septiembre de 2013

Los frutos del Otoño

 
Es una tradición fuertemente arraigada en estas fechas en la capital granadina el llamado mercadillo de otoño que se celebra el último fin de semana de septiembre en los alrededores de la Fuente de las Batallas al amparo de las fiestas principales y procesión de la patrona granadina, la Virgen de las Angustias, a la que estamos dedicando esta serie de entradas en estos días. Conocido ya un poco más del arte que la rodea  en su fastuosa iglesia, cambiamos ahora la temática y nos vamos a la gastronomía para conocer otra de las tradiciones de estas fiestas.  

 
En los puestos del mercadillo de la Puerta Real lo más demandado son las tradicionales “Tortas de la Virgen” que encontramos rellenas de cabello de ángel, chocolate o crema y frutos secos, pero también otros dulces más habituales a lo largo del año. Sin embargo destaca el variado surtido de productos que se recogen en estas fechas que se nos ofrece. Así encontramos desde la caña de azúcar traída desde la vega de Motril hasta higos chumbos, nueces, castañas, almendras, dátiles, pasas, membrillos, acerolas, majoletas, azofaifas, granadas… los frutos del otoño que da la tierra granadina. Gusta el oriundo de pasear en estos días por el centro de Granada para visitarlos, pero también los foráneos que se trasladan desde las provincias limítrofes donde la devoción a las Angustias se encuentra muy extendida, y los que desde los pueblos cercanos y no tan cercanos, recorren a pie la distancia que los separa de la capital, incluso desde Motril en un recorrido que implica varias jornadas de camino hasta la iglesia de la carrera. Granada celebra de esta otra forma, más tranquila que una feria, a su patrona aprovechando el llamado veranillo del Membrillo o de San Miguel.
 
Y junto a los puestos de frutos y tortas también encontramos los habituales vendedores de nardos, la flor de la Virgen, que con su olor completan el cuadro típico que estos días ofrece el centro granadino como pórtico del otoño.

sábado, 28 de septiembre de 2013

La Casa de la Virgen (V). El apostolado de Duque Cornejo

 
Siguiendo con las obras realizadas en la basílica patronal granadina en el siglo XVII nos fijamos a continuación en el magnífico apostolado tallado por el imaginero y retablista de origen sevillano afincado en Granada, Pedro Duque Cornejo y Roldán. Nace en 1677, nieto del escultor Pedro Roldán, en cuyo taller se forma, y sobrino por tanto de Luisa Roldán, la Roldana, el arte de dar forma a la madera le viene de familia. Llega a Granada, donde permanecerá cinco años, en 1714 estableciendo su taller en la Calle del Candil, estrecho callejón que lleva desde el Paseo de los Tristes hasta San Juan de los Reyes. De este enclave albayzinero frente a la Alhambra salieron obras para la Catedral, la Cartuja o la Abadía del Sacromonte, y la serie que nos ocupa, 14 figuras de tamaño superior al natural que representaban al Salvador, la Virgen y los doce Apóstoles, para la Iglesia de Ntra. Sra. de las Angustias.

Como ya vimos, a este escultor se deben importantes modificaciones en la propia talla de la Virgen de las Angustias, llevadas a cabo en esos años. El apostolado se distribuyó por la nave de la iglesia colocándose sobre peanas doradas con decoración vegetal adosadas a los pilares de esta. Se cubre cada imagen con venera o concha sobre la cabeza. En origen se situaban las tallas del Salvador y la Virgen a ambos lados del altar mayor, repartiéndose los apóstoles por el resto del recinto, sin embargo la construcción de la tribuna alta sobre la puerta principal en el siglo XX provocó la alteración de esta disposición y la eliminación de los dos primeros basamentos situados a los pies de la nave, lo que provocó que se retiraran las imágenes del Salvador, cedida en la actualidad a la parroquia del mismo nombre en el Albayzín, y la de la Virgen, que pasó a otras dependencias parroquiales, y se recolocaran el resto de figuras. Esta serie es una de las obras más destacadas de la producción del escultor que destaca por la naturalidad y expresividad de los personajes, dispuesto cada uno con los atributos propios de su representación iconográfica, y por un muy logrado movimiento de sus ropajes con un volado extraordinariamente realista.

Este apostolado fue íntegramente sufragado por la hermandad de la Esclavitud de Ntra. Sra. de las Angustias, cofradía “rival” como ya vimos en anteriores entradas de la primitiva hermandad con la que surgieron numerosas disputas a lo largo del tiempo.  Para los profesores López-Guadalupe, esta pugna que llevó a ambas corporaciones a embarcarse en numerosos trabajos y donaciones con el fin de reclamar posteriormente derechos sobre el uso y disfrute del recinto sagrado tuvo como consecuencia el que hoy en día la basílica de las Angustias sea uno de los conjuntos más suntuosos del barroco andaluz.
Para saber más: recomendamos nuevamente el libro “Nuestra Señora de las Angustias y su Hermandad en la época moderna” de los Profesores Miguel Luis y Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz, que nos ha servido para la realización de esta entrada.

viernes, 27 de septiembre de 2013

La Casa de la Virgen (IV). El púlpito de jaspes


En años anteriores, desde que en 2010 se celebraran los 400 años de la erección como parroquia de la iglesia de las Angustias, hemos dedicado una serie de entradas (I, II y III) a conocer mejor el templo que alberga a la Patrona de Granada en estas fechas en las que se celebran sus fiestas. Continuamos con esta serie monográfica fijándonos ahora en la decoración interior del templo, para ello dirigimos nuestra mirada en primer lugar hacia el púlpito de similares características que el retablo y camarín ya vistos.

 
Perseverando en la idea de la antigua hermandad de los hortelanos de realizar un templo que “hasta el día de hoy no se habrá visto en ninguno de los santuarios de estos contornos”, se comenzó a labrar a la par que el retablo mayor el púlpito empleando para ello en sus elementos inferiores, pie y caja, la piedra caliza roja de la subbética taraceada con mármol blanco de la sierra de Filabres o de Macael y piedra negra procedente de Sierra Nevada. Por la similitud de trazas y fecha de ejecución, una cartela en el propio púlpito refiere que fue donado por D. Juan Jacinto Palomo en 1738, se ha considerado como obra del mismo autor del retablo, Marcos Fernández Ralla. En la parte inferior, su pie se presenta profusamente labrado en piedra roja con incrustaciones en blanco y negro. Sobre este se sitúa el cuerpo principal en forma de caja hexagonal  con la misma combinación de materiales a los que se añade el alabastro en algunos detalles. En el aparecen, en cuatro de sus vértices, sendas capillas en las que figuran las imágenes de los evangelistas talladas en alabastro mientras que en los lados del hexágono  aparecen cuatro medallones de los que dos representan el símbolo de la Virgen, el corazón, y los otros dos son motivos vegetales. Se accede al púlpito por unas escaleras con barandilla o antepecho también tallado en la misma piedra cordobesa.

 
Sobre la caja se alzan el respaldo, en el que aparece un crucifijo, y el tornavoz tallados en madera y dorados para aligerar su peso. Hubiera sido imposible que resistieran de haber sido labrados en piedra. Presenta el tornavoz la misma forma que la caja, apareciendo volado en cinco de sus seis lados. Lo componen una moldura en todo su perímetro con caídas a imitación de telas, sobre este aparecen cuatro arbotantes con formas vegetales que se unen en la parte superior rematada por un angelote. Este púlpito vino a sustituir a otro anterior que fue vendido a la parroquia de San Ildefonso según consta en los archivos de la curia granadina.
 
 
Para saber más: recomendamos el libro “Nuestra Señora de las Angustias y su Hermandad en la época moderna” de los Profesores Miguel Luis y Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz, que nos ha servido para la realización de esta entrada.

martes, 24 de septiembre de 2013

La Calle de Elvira… de la Chana

“Granada, calle de Elvira,
donde habitan las manolas
donde vive quien yo quiero
y en quien pienso
a todas horas
por ser mi querer primero…”
 
Sinceramente veíamos difícil poder dedicar una entrada al moderno barrio de la Chana al estar por lo general dedicado este espacio a temas remotos en el tiempo. Sin embargo todos los “granos” de esta Granada merecen ser tenidos en cuenta, por lo que ahora nos trasladamos a las inmediaciones de la Vega, lo fue antes de que la llenáramos de asfalto y hormigón, hasta la calle de Elvira, pero la de la Chana.
 
La calle de Elvira, la original, fue la vía principal de la ciudad desde el Medievo hasta bien entrado el siglo XIX en el que las políticas de ensanche de calles provocaron una de las mayores catástrofes para el patrimonio arquitectónico granadino, el embovedado del rio Darro  a su paso por el Centro  para crear la calle de los Reyes Católicos y la apertura de la Gran Vía de Colón, para lo cual se derriban varios cientos de casas moriscas, nazaríes, palacetes renacentistas… todo se lo llevó por delante la “cicatriz” que recorre de Norte a Sur el casco (menos) histórico granadino, pero esa es otra historia. Como decimos hasta ese momento la calle más ancha de la Medina era la de Elvira, nombre dado por conducir, a través de la puerta homónima hasta el camino de la antigua capital de la Cora andalusí. Hoy en día el pilar situado junto a la Cuesta de Abarqueros nos recuerda el lugar donde las bestias de carga que transportaban las mercancías hacían un alto para beber agua y recuperarse del cansancio del viaje. Con una longitud de 660 metros desde los restos de la fortaleza que defendía la Puerta de Elvira hasta la esquina de la Plaza Nueva donde se situaba la desaparecida iglesia siloesca de San Gil, su trazado serpentea adaptándose a la irregularidad de alineamiento de los antiguos edificios. Hoy en día, cada vez más despoblada, marca la frontera del barrio del Albayzín al que nos conducen empinadas cuestas como Correo Viejo, Calderería Nueva o Vieja.
 
Acostumbrados a la ristra de despropósitos que suele ser el urbanismo de nuestra ciudad, nos parece un acierto el diseño que presenta el que desde 2010 es el parque más grande de la ciudad, la “Alquería de la Vega”, el nombre no puede ser más apropiado dada su ubicación entre la Antigua Carretera de Málaga y la salida del barrio de la Chana de la A-44, en lo que fue nuestra fértil vega. En sus 7 hectáreas crecen 5.000 árboles de diferentes especies regados por una serie de acequias, reproducción de las tradicionales que aún se utilizan en los pueblos del cinturón. Sin embargo lo que caracteriza a esta zona verde es que en su interior encontramos una reproducción a escala 1:1 de la mencionada Calle de Elvira. A todo lo largo del parque un paseo o “calle” principal nos transporta hasta ella con un poco de imaginación. Los parterres de flores y arbustos simulan las manzanas de casas, abriéndose a ambos lados las bocacalles, esta distribución espacial se refuerza con la existencia de letreros con los nombre de cada una de ellas. Igualmente destacan algunos de los elementos arquitectónicos característicos de la zona. En un extremo el famoso Arco de Elvira, reproduciéndose su planta con setos de aproximadamente un metro de altura, siguiendo la costumbre instaurada por Leopoldo Torres Balbás en los jardines de la Alhambra de arquitectura simulada con elementos vegetales. Por su ubicación en una esquina muy retirada, el resultado no nos parece muy conseguido. Más reconocible es la recreación en planta de la iglesia de San Andrés, con la misma técnica, unos metros más adelante. Siguiendo el serpenteante discurrir se distinguen varias pérgolas que recuerdan a los soportales de algunos edificios más modernos. Sin embargo el elemento más destacado es la gran pérgola metálica que llegando al final del trazado reproduce la iglesia de  los Hospitalicos, especialmente su cúpula y pechinas, en parte ya cubiertas por plantas trepadoras que con el paso del tiempo generarán un edificio “verde” de sugestiva belleza  con Sierra Nevada como telón de fondo. Solo el ruido de los vehículos de la cercana circunvalación, elemento difícil de erradicar, nos sobra en este parque. Existe igualmente una zona destinada a huertos, cedida a los vecinos del barrio para fomentar la agricultura ecológica, que refuerza la idea de que si en el siglo pasado la ciudad se metió en la Vega erróneamente, ahora le devolvemos al menos una pequeña parte de lo que es suyo.
 
 
Para saber más: en esta ocasión dejamos la teoría a un lado y recomendamos la práctica de conocer o reconocer este parque que nos habla de Vega y Elvira, dos nombres propios íntimamente ligados a nuestra milenaria ciudad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La Firma de Alonso Cano en la Alhambra

La Alhambra, “de tan original y sugestiva belleza, que ni aun el inventario excesivamente detallado de sus diversas partes sería capaz de ahuyentar de la imaginación del lector el mundo de seres poéticos que aún parece poblarlo” en palabras de Leopoldo Torres Balbás, ha atraído a lo largo de su historia a numerosos artistas de todas partes del mundo y de las más variadas disciplinas. La etapa de los viajeros románticos en el siglo XIX es el mejor ejemplo de este hecho, pero ya antes era la fortaleza de los nazaríes conocida y admirada como lo demuestran las memorias del primer “turista” que visitó Granada en octubre de 1494, el alemán Jerónimo Munzer,  que relata cómo vio “palacios incontables enlosados con blanquísimo mármol, bellísimos jardines adornados con limoneros y arrayanes, con estanques y lechos de mármol en los lados, … y en cada palacio muchas pilas de blanquísimo mármol rebosantes de agua viva”. Pero esta admiración no fue solo cosa de extranjeros, sino también de artistas locales como el protagonista de esta entrada, el “Miguelangel” español, el granadino Alonso Cano.
Alonso Cano de Almanasa, nacido en Granada en 1601 era hijo de un ensamblador de retablos de origen manchego, Miguel, venido hasta nuestra ciudad. Siendo aún un niño la familia se traslada a Sevilla, donde comienza a formarse en el arte de la pintura en el taller de Francisco Pacheco, compartiendo formación con “un tal” Diego Velázquez, la escultura la aprende nada menos que del “dios de la madera”, Juan Martínez Montañés. Su talento le sirvió para trasladarse a la Corte en 1638, donde es nombrado pintor de cámara de Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, el mismísimo Conde-Duque de Olivares, el hombre más poderoso de España en el siglo XVII. 
La reciente restauración que el Servicio de Conservación del Patronato de la Alhambra y el Generalife ha llevado acabo sobre las yeserías que decoran el Mirador de Daraxa o Lindaraja, situado en la Sala de los  Ajimeces del Palacio de los Leones, contigua a la de Dos Hermanas, ha dejado al descubierto la belleza y colorido de sus acabados polícromos que el tiempo, el polvo y la suciedad habían ocultado. Pero, una vez abierto de nuevo al público, los visitantes que se fijen, aparte de en su bella cubierta de comaraxías, en una de las adarajas que componen la cornisa de mocárabe de la que arranca el arco de acceso al mirador, concretamente en la jamba izquierda, verán un garabato en el yeso blanco. Mirándolo detenidamente se lee “Alonso Cano, año de 1658”.  No es, como se podría pensar, el dejar nuestra firma en los monumentos una costumbre “bárbara” de tiempos modernos. Lo mismo que hoy en día hay quien encuentra gracioso el dejar testimonio de su paso en los muros de los edificios patrimoniales, en el pasado también era costumbre. Muy cerca de donde nos encontramos, en uno de los mismísimos leones de la fuente del patio, el viajero romántico Richard Ford, que visitó Granada en 1831, no tuvo inconveniente alguno en dejar su rúbrica. Pero parece que ya antes el genio de las artes granadino también quiso dejar constancia de su visita y, quizás, su admiración por tan delicioso enclave obra cumbre de la arquitectura nazarí. En el mencionado año de 1658, Cano había regresado ya a la ciudad que lo vio nacer para ocupar el cargo de racionero del Cabildo catedralicio por intercesión de Felipe IV contra los deseos del arzobispo granadino, por lo que por la fecha no se podría descartar la autenticidad de la firma, aunque bien podría un presunto falsificador posterior indagar en la biografía de don Alonso para hacerla más creíble. Sea como fuere, original o falsa, ha quedado al descubierto y no se ha eliminado, creemos, ya que esta “alteración” provocada por la mano del hombre también forma parte de la historia y la evolución del monumento. Por último, al lector que visite la Alhambra y se vea tentado de emular a Cano, recordarle que no se deben tocar las decoraciones, ya que a largo plazo  el continuo roce de las manos causa graves daños en estas. A Don Alonso solo se lo perdonamos porque han pasado 355 años.
Para saber más: recomendamos este enlace del blog “La alacena de las ideas”, en la que se cuenta entre otras cosas cómo zanjó Felipe IV el pleito con el cabildo catedralicio por el nombramiento de Cano como racionero. (VER)
Como curiosidad: Recientemente se han instalado en algunos puntos del monumento paneles táctiles con reproducciones de la ornamentación nazarí en yeso, madera o piedra para poder tocarlas sin deteriorar los originales, dirigidas especialmente a invidentes, pero también para concienciarnos de la necesidad de conservar el monumento.(VER)