domingo, 15 de noviembre de 2009

Crónicas Moriscas (I). La conquista de Granada por los árabes



Las investigaciones de Washington Irving (W.I.) mientras escribía la vida de Colón le hicieron concebir un nuevo tema de inspiración, Al-Andalus. Ya hemos visto que desde pequeño sintió atracción por las historias de caballerías, de las que la patria de Cervantes fue una fuente inagotable. La parte de la vida del Almirante que se desarrolla paralela a la conquista de Granada hizo renacer esa fascinación que sentía desde que leyera la traducción al inglés de “Las guerras Civiles de Granada”, de Ginés Pérez de Hita.

Los frutos de ello serán dos libros. El primero, llamado “Crónica de la conquista de Granada”, es una novela basada en los textos de diferentes autores como el citado Pérez de Hita, Mármol de Carvajal o Hurtado de Mendoza, de las que selecciona los episodios que cree más interesantes y verosímiles de los últimos años del Reino Nazarí. Él mismo reconoce haberlos “embellecido, hasta donde me ha sido posible, por la imaginación, y adaptado a los gustos románticos del día”. Es esta una forma de novelar la historia que le dio gran éxito entre el público, a la par que críticas entre sus detractores. Vio la luz este libro en 1829, siendo un rotundo éxito en Europa y América. Posteriormente publicaría “Crónicas Moriscas”. En el se narran episodios sueltos de la historia de la península: los últimos reyes godos, la conquista del Islam, los reinos castellanos, Fernando III, etc. La narración se envuelve igualmente del espíritu romántico y la leyenda se confunde con la historia. Se vale W.I. en ambos libros de un narrador imaginario que llama Fray Antonio Agápida, llega a escribir que se basan en un supuesto manuscrito de este cronista medieval español. En verdad no existe tal cronista, sino que es un recurso que utiliza para introducir hechos fantásticos, mitológicos o intervenciones divinas en la narración de los reales, poniendo los imaginarios en boca del fraile. Claro ejemplo del carácter romántico de W.I. es la narración que, en “Crónicas Moriscas”, hace de la fácil conquista por parte de Tarik, el general bereber líder de la invasión musulmana en la península, de las tierras granadinas. Así describe la ciudad y entorno:

“Después de internarse algo en el país, Tarik llego un día a una vasta y bella llanura entremezclada de aldeas, engalanada con alamedas y jardines, surcada de sinuosos ríos y circundada por encumbradas montañas. Era la famosa vega o llanura de Granada, destinada a ser, durante siglos, la residencia favorita de los musulmanes. Cuando los conquistadores contemplaron aquella deliciosa vega, quedáronse perplejos de admiración, porque parecía como si el profeta les hubiera dado un paraíso en la tierra en recompensa de los servicios prestados a su causa. Tarik se aproximó a la ciudad de Granada, la cual tenía un aspecto formidable, asentada como estaba sobre elevadas montañas y fortificada con murallas y torres góticas, y por su castillo rojo o ciudadela construido en tiempos antiguos por los fenicios o por los romanos. Cuando el caudillo árabe contempló la plaza le agrado su severo aspecto marcial, que contrastaba con la risueña belleza de la vega y la frescura y voluptuosa abundancia de sus valles y collados”.

Como vemos la descripción se corresponde más con la imagen que presentaba Granada en el siglo XIX que con la del año 711, fecha en la que no está claro siquiera cuál era el asentamiento principal. Lo excusaremos por la poca o errónea información que existía en su época sobre la evolución histórica de la zona, asunto que como hemos visto ya (Florentia Iliberrita, Medina Elvira) aun es objeto de discusión entre los expertos. Aun así, en ello reside su encanto, se nos presenta como la visión de uno ojos enamorados de esta tierra.

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