martes, 24 de septiembre de 2013

La Calle de Elvira… de la Chana

“Granada, calle de Elvira,
donde habitan las manolas
donde vive quien yo quiero
y en quien pienso
a todas horas
por ser mi querer primero…”
 
Sinceramente veíamos difícil poder dedicar una entrada al moderno barrio de la Chana al estar por lo general dedicado este espacio a temas remotos en el tiempo. Sin embargo todos los “granos” de esta Granada merecen ser tenidos en cuenta, por lo que ahora nos trasladamos a las inmediaciones de la Vega, lo fue antes de que la llenáramos de asfalto y hormigón, hasta la calle de Elvira, pero la de la Chana.
 
La calle de Elvira, la original, fue la vía principal de la ciudad desde el Medievo hasta bien entrado el siglo XIX en el que las políticas de ensanche de calles provocaron una de las mayores catástrofes para el patrimonio arquitectónico granadino, el embovedado del rio Darro  a su paso por el Centro  para crear la calle de los Reyes Católicos y la apertura de la Gran Vía de Colón, para lo cual se derriban varios cientos de casas moriscas, nazaríes, palacetes renacentistas… todo se lo llevó por delante la “cicatriz” que recorre de Norte a Sur el casco (menos) histórico granadino, pero esa es otra historia. Como decimos hasta ese momento la calle más ancha de la Medina era la de Elvira, nombre dado por conducir, a través de la puerta homónima hasta el camino de la antigua capital de la Cora andalusí. Hoy en día el pilar situado junto a la Cuesta de Abarqueros nos recuerda el lugar donde las bestias de carga que transportaban las mercancías hacían un alto para beber agua y recuperarse del cansancio del viaje. Con una longitud de 660 metros desde los restos de la fortaleza que defendía la Puerta de Elvira hasta la esquina de la Plaza Nueva donde se situaba la desaparecida iglesia siloesca de San Gil, su trazado serpentea adaptándose a la irregularidad de alineamiento de los antiguos edificios. Hoy en día, cada vez más despoblada, marca la frontera del barrio del Albayzín al que nos conducen empinadas cuestas como Correo Viejo, Calderería Nueva o Vieja.
 
Acostumbrados a la ristra de despropósitos que suele ser el urbanismo de nuestra ciudad, nos parece un acierto el diseño que presenta el que desde 2010 es el parque más grande de la ciudad, la “Alquería de la Vega”, el nombre no puede ser más apropiado dada su ubicación entre la Antigua Carretera de Málaga y la salida del barrio de la Chana de la A-44, en lo que fue nuestra fértil vega. En sus 7 hectáreas crecen 5.000 árboles de diferentes especies regados por una serie de acequias, reproducción de las tradicionales que aún se utilizan en los pueblos del cinturón. Sin embargo lo que caracteriza a esta zona verde es que en su interior encontramos una reproducción a escala 1:1 de la mencionada Calle de Elvira. A todo lo largo del parque un paseo o “calle” principal nos transporta hasta ella con un poco de imaginación. Los parterres de flores y arbustos simulan las manzanas de casas, abriéndose a ambos lados las bocacalles, esta distribución espacial se refuerza con la existencia de letreros con los nombre de cada una de ellas. Igualmente destacan algunos de los elementos arquitectónicos característicos de la zona. En un extremo el famoso Arco de Elvira, reproduciéndose su planta con setos de aproximadamente un metro de altura, siguiendo la costumbre instaurada por Leopoldo Torres Balbás en los jardines de la Alhambra de arquitectura simulada con elementos vegetales. Por su ubicación en una esquina muy retirada, el resultado no nos parece muy conseguido. Más reconocible es la recreación en planta de la iglesia de San Andrés, con la misma técnica, unos metros más adelante. Siguiendo el serpenteante discurrir se distinguen varias pérgolas que recuerdan a los soportales de algunos edificios más modernos. Sin embargo el elemento más destacado es la gran pérgola metálica que llegando al final del trazado reproduce la iglesia de  los Hospitalicos, especialmente su cúpula y pechinas, en parte ya cubiertas por plantas trepadoras que con el paso del tiempo generarán un edificio “verde” de sugestiva belleza  con Sierra Nevada como telón de fondo. Solo el ruido de los vehículos de la cercana circunvalación, elemento difícil de erradicar, nos sobra en este parque. Existe igualmente una zona destinada a huertos, cedida a los vecinos del barrio para fomentar la agricultura ecológica, que refuerza la idea de que si en el siglo pasado la ciudad se metió en la Vega erróneamente, ahora le devolvemos al menos una pequeña parte de lo que es suyo.
 
 
Para saber más: en esta ocasión dejamos la teoría a un lado y recomendamos la práctica de conocer o reconocer este parque que nos habla de Vega y Elvira, dos nombres propios íntimamente ligados a nuestra milenaria ciudad.

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