“Granada, calle de Elvira,
donde habitan las manolas
donde vive quien yo quiero
y en quien pienso
a todas horas
por ser mi querer primero…”
Sinceramente
veíamos difícil poder dedicar una entrada al moderno barrio de la Chana al
estar por lo general dedicado este espacio a temas remotos en el tiempo. Sin
embargo todos los “granos” de esta Granada merecen ser tenidos en cuenta, por lo
que ahora nos trasladamos a las inmediaciones de la Vega, lo fue antes de que
la llenáramos de asfalto y hormigón, hasta la calle de Elvira, pero la de la
Chana.
La
calle de Elvira, la original, fue la vía principal de la ciudad desde el
Medievo hasta bien entrado el siglo XIX en el que las políticas de ensanche de
calles provocaron una de las mayores catástrofes para el patrimonio
arquitectónico granadino, el embovedado del rio Darro a su paso por el Centro para crear la calle de los Reyes Católicos y
la apertura de la Gran Vía de Colón, para lo cual se derriban varios cientos de
casas moriscas, nazaríes, palacetes renacentistas… todo se lo llevó por delante
la “cicatriz” que recorre de Norte a Sur el casco (menos) histórico granadino,
pero esa es otra historia. Como decimos hasta ese momento la calle más ancha de
la Medina era la de Elvira, nombre dado por conducir, a través de la puerta
homónima hasta el camino de la antigua capital de la Cora andalusí. Hoy en día el pilar situado junto a la Cuesta de Abarqueros nos recuerda el lugar donde
las bestias de carga que transportaban las mercancías hacían un alto para beber
agua y recuperarse del cansancio del viaje. Con una longitud de 660 metros
desde los restos de la fortaleza que defendía la Puerta de Elvira hasta la
esquina de la Plaza Nueva donde se situaba la desaparecida iglesia siloesca de
San Gil, su trazado serpentea adaptándose a la irregularidad de alineamiento de
los antiguos edificios. Hoy en día, cada vez más despoblada, marca la frontera
del barrio del Albayzín al que nos conducen empinadas cuestas como Correo
Viejo, Calderería Nueva o Vieja.
Acostumbrados
a la ristra de despropósitos que suele ser el urbanismo de nuestra ciudad, nos
parece un acierto el diseño que presenta el que desde 2010 es el parque más
grande de la ciudad, la “Alquería de la Vega”, el nombre no puede ser más
apropiado dada su ubicación entre la Antigua Carretera de Málaga y la salida del
barrio de la Chana de la A-44, en lo que fue nuestra fértil vega. En sus 7
hectáreas crecen 5.000 árboles de diferentes especies regados por una serie de
acequias, reproducción de las tradicionales que aún se utilizan en los pueblos
del cinturón. Sin embargo lo que caracteriza a esta zona verde es que en su
interior encontramos una reproducción a escala 1:1 de la mencionada Calle de
Elvira. A todo lo largo del parque un paseo o “calle” principal nos transporta
hasta ella con un poco de imaginación. Los parterres de flores y arbustos
simulan las manzanas de casas, abriéndose a ambos lados las bocacalles, esta
distribución espacial se refuerza con la existencia de letreros con los nombre
de cada una de ellas. Igualmente destacan algunos de los elementos
arquitectónicos característicos de la zona. En un extremo el famoso Arco de
Elvira, reproduciéndose su planta con setos de aproximadamente un metro de
altura, siguiendo la costumbre instaurada por Leopoldo Torres Balbás en los
jardines de la Alhambra de arquitectura simulada con elementos vegetales. Por
su ubicación en una esquina muy retirada, el resultado no nos parece muy
conseguido. Más reconocible es la recreación en planta de la iglesia de San
Andrés, con la misma técnica, unos metros más adelante. Siguiendo el
serpenteante discurrir se distinguen varias pérgolas que recuerdan a los
soportales de algunos edificios más modernos. Sin embargo el elemento más
destacado es la gran pérgola metálica que llegando al final del trazado
reproduce la iglesia de los
Hospitalicos, especialmente su cúpula y pechinas, en parte ya cubiertas por plantas
trepadoras que con el paso del tiempo generarán un edificio “verde” de
sugestiva belleza con Sierra Nevada como
telón de fondo. Solo el ruido de los vehículos de la cercana circunvalación, elemento
difícil de erradicar, nos sobra en este parque. Existe igualmente una zona
destinada a huertos, cedida a los vecinos del barrio para fomentar la
agricultura ecológica, que refuerza la idea de que si en el siglo pasado la
ciudad se metió en la Vega erróneamente, ahora le devolvemos al menos una
pequeña parte de lo que es suyo.
Para saber más: en esta ocasión dejamos la teoría a un lado y recomendamos la práctica
de conocer o reconocer este parque que nos habla de Vega y Elvira, dos nombres
propios íntimamente ligados a nuestra milenaria ciudad.
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