sábado, 1 de agosto de 2009
Un paseo por la medina (II). La Madraza de los Príncipes y el patio de Machuca.
Continuamos nuestro paseo adentrándonos en la plaza ante la fachada principal del Palacio de Carlos V, asomados al mirador de esta divisaremos el viejo Albayzín. Bajando la mirada, no sin esfuerzo, observamos los restos conservados de algunas construcciones que integraban los palacios reales y que no sobrevivieron al expolio al que durante siglos se sometió a la fortaleza. En concreto aquí se situaba la Madraza de los Príncipes, al pie de la Torre de las Gallinas y adosada a esta lo que hoy conocemos como el patio de Machuca. Esta escuela coránica estaba destinada a los jóvenes pertenecientes a la realeza nazarí, aquí los príncipes eran instruidos en teología, filosofía y ciencias. Era además la entrada a los Palacios Reales, accediendo a través de una puerta en la galería del lado Oeste el visitante debía cruzar el patio de la madraza para pasar después al de Machuca y el Mexuar.
La traza de las madrazas fue determinada por los persas en el siglo XI, se basa en un patio central cuadrado alrededor del cual se sitúan cuatro pabellones. El situado al Sur, más cercano al mirador, era el dedicado al estudio. En la esquina Sur-Este del edificio se situaba un pequeño oratorio y su alminar, su planta se diferencia claramente del resto por estar orientada a la Meca como es preceptivo lo que se traduce en un descuadre de sus muros con respecto al resto del conjunto. Los demás pabellones debieron albergar las habitaciones de los estudiantes, profesores, bibliotecas, etc., todo ello perdido con el paso del tiempo.
Del patio de Machuca nos ha llegado la galería Norte, llamada de los planos, con sus nueve arcos sobre columnas de mármol, las habitaciones y la torre a la que se adosa, denominada de los Puñales, en las que se conservan aun algunas decoraciones. Debe su nombre al pintor toledano Pedro Machuca, arquitecto del Palacio de Carlos V, ya que se cree que en este lugar tuvo su casa y estudio durante la construcción del palacio. Al otro lado del patio existió otra galería no conservada, con buen criterio se colocó en este lugar un seto con forma de arcadas como recuerdo de esta. En el centro del patio se sitúa una alberca rodeada de naranjos. El interior de la torre es un mirador sobre la ciudad al que por desgracia no tiene acceso el visitante para disfrutar de una vista única.
Toda la zona fue excavada e investigada por los arquitectos conservadores de la Alhambra Modesto Cendoya y Leopoldo Torres Balbás, a cuya labor debemos el conocemos hoy la disposición de la madraza y su funcionamiento. La vista que ofrece en la actualidad obliga a hacer un ejercicio de imaginación puesto que se reconstruyeron los muros en sus cimientos hasta una altura de un metro para dar una idea de la planta del edificio sin llegar a levantarlo de nuevo. Esta técnica restauradora, seguida por Torres Balbás, es muy habitual en la Alhambra. El criterio es no construir donde se hayan perdido por completo los elementos arquitectónicos, de esta manera evita el hacer suposiciones o incurrir en errores. También se debe a Balbás la recuperación de las columnas de la galería de Machuca, las cuales habían sido sustituidas por pilares de ladrillo en siglos pasados y reutilizadas en otras construcciones, devolviéndolas a su emplazamiento primitivo. El nuevo acceso a los Palacios Nazaríes permite al visitante pasar cerca de los restos de estos patios, siendo una oportunidad para detenerse a contemplar las huellas del pasado de una parte del monumento.
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