No hay ninguna duda de que el emplazamiento que se eligió para ubicar la ciudad de Granada era el más idóneo, la extensa y fructífera vega que a los pies de la ciudad se esparce ya es un sobrado aliciente para levantar una población junto a ella. Pero lo que ha enamorado a tantos que han pasado por aquí es esa mole montañosa que desde las alturas preside la ciudad. Por ello escogieron este lugar los musulmanes para levantar su reino, por el agua, el agua cristalina que baja de la sierra para derramarse en todos los arroyos y huertas que inundan la vega. La Sierra Nevada o Sierra del Sol como era conocida en la edad media además de ser suministro natural de agua es el complemento perfecto para coronar la ciudad. La belleza del conjunto se enaltece en invierno cuando las nevadas desciende cubriendo toda la falda del macizo y en cada atardecer donde las nieves se vuelven de tonos anaranjados y amoratados creando un panorama único. Por ello y por mucho más hace que incluso sea morada eterna para un sultán.
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