Conocida es la predilección que han tenido a lo largo de los tiempos las distintas civilizaciones por la tierra del granado en fruto, por su situación y por los diferentes recursos que aquí se encuentra como la fértil Vega o el agua cristalina que baja de la sierra. Pero quienes prestaron especialmente atención a este regalo que inunda todas nuestras tierras fueron los árabes, para ellos Granada era como un oasis en medio del desierto y su agua un tesoro que proteger y dignificar.
Por ello la vida de los musulmanes granadinos la marcaba ese preciado bien y allá por donde transitaran siempre iban al encuentro del agua. Esta, a parte de ser fundamental para la vida, también sirve para crear belleza, su discurrir además está cargado de simbolismo. El elemento más repetido de los palacios granadinos, a excepción claro está de la piedra y el ladrillo, de la filigrana y de la profusa decoración, es el agua. Sin el agua no se puede comprender la ciudadela alhambreña, esta hace que los palacios tengan esa dimensión de eternidad y grandeza. Toda vivienda nazarí se dispone siempre alrededor de un patio con una alberca pequeña en las casas de la medina o grandes y majestuosas en los palacios reales.
Estos estanques hacen que el agua se convierta en un espejo maravilloso donde todo toma una doble dimensión, la historia de civilizaciones milenarias se refleja en la alberca con precisión milimétrica dando sensación de eternidad. Junto a estas albercas, en sus extremos, suele haber una pequeña taza casi a nivel del propio suelo con una gran carga simbólica. Estas fuentes circulares representa el proceso vital de todo ser vivo, el surtidor semeja la explosión del nacimiento que al caer se desparrama en un ancho círculo símbolo del crecimiento y de la continuación de la vida, rápidamente primero, lentamente al llegar a sus extremos. Una vez que ha ocupado toda la taza correrá lánguidamente por el estrecho canal de la muerte para, por fin, terminar derramándose en el gran estanque central, la eternidad, el cielo, el más allá, o como queramos llamarlo. Todo un ejemplo de la importancia que tiene el agua para el Islam y más en una ciudad donde los vergeles forman un todo indivisible con el paisaje.
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