viernes, 5 de octubre de 2012

La Torre del Azeytuno


“Bajo la dominación sarracénica hubo en este sitio una iglesia cristiana y en su recinto una fuente y un olivo maravilloso muy celebrado por los autores árabes, andando el tiempo los moros edificaron una rábita que en memoria del mencionado olivo se llamó la torre del aceituno”

Este texto, que aparece en una placa colocada por la comisión de monumentos históricos de Granada en el año 1890 en la fachada de la ermita de San Miguel Alto, hace referencia al Borg-az-Zeitum, la torre del olivo o del aceituno. Fue esta construcción un ribat, es decir una fortaleza que además de la función defensiva servía como centro religioso. Abu-Hamid el Andalusí refiere la leyenda, transcrita por Seco de Lucena, de un olivo “que florece, cuaja y sazona sus frutos en el mismo día”. Al parecer los musulmanes celebraban en este lugar la Ancara, fiesta parecida a la de San Juan. Según se observa en la plataforma de Ambrosio de Vico, servía también como puerta de acceso a través de la muralla de la Alberzana. 

La torre en el fresco de "La Batalla de la Higueruela"

Plataforma de Ambrosio Vico, fragmento, 1613
Pero no solo el que fuera un lugar “santo” determinó su emplazamiento. Hoy día ofrece a oriundos y visitantes unas esplendidas vistas de la ciudad, la Alhambra y la Vega. Pero en la Edad Media, la cúspide de este cerro, a 850 metros de altitud, era un lugar clave para la vigilancia y defensa del territorio, siendo probablemente uno de los puntos  estratégicos de la red de atalayas utilizadas para las comunicaciones del reino nazarí. Tras la toma de la ciudad por los Reyes Católicos, quedó bajo la jurisdicción del gobernador de la Alhambra, firmándose el 4 de marzo de 1492 en Santa Fe una real pragmática en la que se confirmaba al converso Juan Joal como alcaide de la torre, puesto que había ocupado ya antes del fin del reinado de Boabdil. 


Como decimos siguió siendo un lugar clave para la vigilancia exterior e interior de la ciudad, ya que la mayor parte de la población del Albayzín en el siglo XVI era morisca. No debió de estar ociosa en estos años la guarnición aquí emplazada, sobre todo tras la  Pragmática Sanción de 1567 que borraba definitivamente cualquier rastro de las costumbres islámicas de los conversos, lo cual produjo un clima de constante tensión en el barrio como se demostró la noche del veinticinco de diciembre de 1568, en la que entró en el Albayzín una partida de unos doscientos sublevados, uno de los primeros episodios de la insurrección de los moriscos, sofocada en 1570. Expulsados estos del reino, en el siglo XVII la importancia de la torre decae. No solo por la despoblación de la zona que ello conllevó sino también por las tempestades y tormentas, como la de 1629, que asolaron las laderas del cerro. El padre Lachica refiere en su Gacetilla que “quedó la torre desierta algunos años sirviendo su soledad para abrigar muchos delitos”. La superstición del pueblo ante tantas desgracias llevo a que fuera conocido como “cerro de los diablos”


Posteriormente, el arzobispo Escolano decidió que en este lugar se erigiera un santuario a San Miguel Arcángel, para librarlo “de las ocasiones que se ofrecía de ofensas a Dios”, no estando claro si la torre fue derribada y en su lugar se erigió la primera ermita o si fue adaptada la estructura, como sugiere la lectura de las actas, de los siglos XVII y XVIII, de la hermandad allí erigida al referirse a esta como “ermita de la torre del Azeytuno”. Se inauguró este templo en 1673, cambiando el nombre del paraje por el de “cerro de los ángeles”. Pero no acabaría aquí su uso militar ya que durante la ocupación francesa fue utilizado por el ejercito invasor como fuerte de sus operaciones. A la salida de las tropas napoleónicas de la ciudad, en la mañana del diecisiete de septiembre de 1812, la hacían explotar arruinándose completamente su fábrica. Rápidamente, las gentes del barrio decidieron reconstruir la ermita de su patrón ayudados por el arzobispo Álvarez de Palma. Concluyeron las obras del templo actual en 1828  volviendo así a tener la ciudad a San Miguel, como si del Génesis se tratara, guardando las mismas “puertas del cielo” de Granada.

Romería de San Miguel, Albayzín
Para Saber más: recomendamos el libro de D. Luis Núñez Contreras, “La Hermandad de San Miguel de Granada” que nos ha servido de bibliografía. Igual de interesante es la entrada del blog “La Alacena de las Ideas” publicada sobre este tema, en la que se recogen más datos sobre la historia de la ermita (VER).

Como Curiosidad: casi las únicas las ocasiones que esta iglesia se puede visitar a lo largo del año son el día de San Miguel, veintinueve de septiembre, y el domingo inmediatamente posterior en el que se celebra la popular romería al cerro. Federico García Lorca dedicó a esta fiesta un evocador poema de su Romancero Gitano cuyas dos últimas estrofas reproducimos.

San Miguel se estaba quieto
en la alcoba de su torre, 
con las enaguas cuajadas
de espejitos y entredoses.

San Miguel, rey de los globos
y de los números nones,
en el primor berberisco
de gritos y miradores. 

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