sábado, 20 de octubre de 2012

El Castillo de Lojuela


Volvemos al Valle de Lecrín para visitar una de las fortalezas que, junto a la ya vista de Mondújar, mejor se conserva en la región. Podrá pensar el lector, al ver las imágenes que ilustran la entrada, que esta afirmación es exagerada ya que se ha perdido buena parte de su estructura. Pero en comparación con lo que queda de otras construcciones, de las muchas que existieron en la comarca, la que hoy nos ocupa bien merece ser tenida como uno de los vestigios más importantes de la arquitectura militar hispanomusulmana de Lecrín. Hay que tener en cuenta que cinco siglos de abandono, terremotos tan fuertes como en que en 1884 destruyó el cercano pueblo de Murchas o la actividad del hombre, su interior se encuentra sembrado de almendros, han contribuido a su paulatina desaparición.


Es además el único vestigio de la población que le daba nombre, una pequeña alquería llamada Levxa o Lojuela abandonada en fecha desconocida. En la zona se ha encontrado cerámica de épocas íbera y romana, lo que prueba la antigüedad del asentamiento. El geógrafo andalusí al-Udri hace referencia al Iqlim Laysar en el siglo XI, que podría ser dicha población. Sin embargo no hay consenso sobre cuándo se edificó la fortaleza, cuya la estructura con una prominente torre en un ángulo es propia de la arquitectura nazarí, si bien Lojuela existía mucho antes. Situada a media ladera, domina la margen izquierda del río Dúrcal en pleno corazón de la comarca. Sus coordenadas son 36º56’47.64’’N  3º34’37.90’’O (ETRS89). Desde Melegís es fácil llegar hasta ella, un camino agrícola parte del pueblo y, tras cruzar el río Torrente a las afueras, serpentea en dirección NO aproximadamente 500 metros, luego sigue hacia Norte otro tanto hasta interrumpirse en un claro. Aquí, con el castillo ya a la vista, comenzaremos la breve ascensión de la ladera, no extrañe que en algún momento un salto de agua corte nuestro camino. 


La planta del recinto es trapezoidal, teniendo su acceso al norte, mientras que al noroeste se encontraba la torre fortificada. Llama poderosamente la atención el paño de muralla de 6 metros de altura y 44 de longitud que se conserva íntegramente en el lado sureste. Como es habitual se construyó con los materiales disponibles en la zona, es decir en tapial, muy terroso en este caso, sobre una cimentación de mampostería. Se dispone de forma escalonada adaptándose al desnivel del terreno, lo que nos recordará a la muralla de la Alberzana granadina. Si bien se usó poca cal en su construcción y enlucido, en el coronamiento si se observa una capa de mortero rico en cal que servía de impermeabilizante y pavimento del adarve. Poco más queda de la muralla salvo trozos aislados en los lados norte y este del recinto, al oeste era el propio precipicio el que servía de defensa. En el interior aparecen los restos de muros bajos, lo que indica la existencia de viviendas que se disponían en terrazas. Dominaba el conjunto la torre de planta rectangular, de 9 metros de lado, que se asoma al precipicio. De sus muros, también de tapial ordinario, apenas se mantienen en pie unos pocos metros. En el centro de esta existe una abertura, cegada actualmente, cuya utilidad no está clara, hay quien afirma que podría ser un pasadizo que bajaba hasta el río  aunque también pudiera ser un aljibe, habitual en las plantas inferiores de este tipo de torres. 


El conjunto se encuentra, como suele ser habitual, abandonado a su suerte. Siendo Lecrín un apetecible destino turístico, nos preguntamos cómo no se le saca mas partido a este paraje que ha contemplado miles de años de la historia del privilegiado Valle de la Alegría.
Para saber más: recomendamos, para este y otros temas relacionados con Lecrín, la web del Ayuntamiento de Dúrcal, la cual contiene mucha información recogida, entre otros, del libro “Arquitectura defensiva del Valle de Lecrín” de Lorenzo Luis Padilla Mellado y Manuel Espinar Moreno  que nos ha servido de bibliografía.

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