domingo, 31 de enero de 2010

La Torre Turpiana y los hallazgos de 1588


El albañil mudéjar Francisco Cano quizás tuvo un recuerdo para sus antepasados mientras desmoronaba, a fuerza de pico y martillo, las piedras del que por casi cinco siglos había sido alminar de la mezquita mayor de Granada. Lo que no podía saber es que aquel sonido metálico que percibió al dar uno de los golpes sería el principio de un polémico misterio que marcaría la vida religiosa de la ciudad durante años.

Si contemplamos la imagen que encabeza esta entrada, de la "ciudad de Granada en la batalla de la Higueruela" hecha en 1431 (hoy una copia pintada por Nicolás Granillo entre 1575 y 1579 se puede admirar en la sala de las batallas del herreriano monasterio del Escorial) podremos observar que en la llanura de la ciudad se alza sobre el encalado caserío una esbelta torre, este es el alminar de la mezquita aljama de Granada, también conocido como “Torre Turpiana”, nombre que aparece por primera vez en los Libros Plúmbeos del Sacromonte. Es este el único testimonio gráfico de cómo pudo ser antes de la conquista. El minarete, situado hipotéticamente a media altura de lo que hoy es la nave central de la catedral granadina, se compone de dos cuerpos de piedra labrada de La Malahá; uno inferior con un arco de herradura, que pudiera ser la entrada al sahn o patio, sobre el que se montan dos filas de ventanas de medio punto. El segundo cuerpo, también con ventanas, se retranquea respecto al anterior formando una terraza desde donde los almuédanos llamarían a la oración, esta contiene un parapeto almenado. Una bóveda con almenas en su base remata este segundo cuerpo. Lo corona el yamur, en este caso no el habitual en las mezquitas, aquí se dispone una veleta con forma de gallo con las alas abiertas que se conocía como “Gallo de los Vientos”, utilizado como talismán para retener el fuerte viento según descripción del viajero egipcio ‘Abd al-Basit ibn Jalil ibn Šahin al-Malati.

Los grabados posteriores a la conquista de la ciudad muestran la transformación sufrida por este al ser aprovechado como provisional campanario de la nueva Seo granadina. Se sabe que entre 1563 y 1564 se desmonta el segundo cuerpo, añadiéndosele otro de ladrillo para las campanas a semejanza del actual alminar-campanario de la iglesia de San José del Albayzín. Se completaba con un tejado o chapitel cubierto de azulejos coronado por una bola y cruz. El avance de las obras catedralicias, entonces a cargo de Ambrosio de Vico, supondría la demolición definitiva de la torre como se ve en este grabado de Heylan de 1614 copiado de un dibujo anterior.


Llegamos así al 18 de marzo de 1588, en que como hemos dicho se procedía a la demolición del alminar. Los obreros derribaban grandes trozos de la torre y ya en el suelo iban picando los bloques. A primera hora de la mañana, el mencionado Francisco Cano encuentra entre los cascotes una caja de plomo embetunada en cuyo interior halla una tabla con la imagen de la Virgen vestida de egipciana o gitana, un lienzo triangular, un hueso, y un pergamino escrito en castellano, árabe, latín y griego. Este pergamino contenía diferentes textos supuestamente del siglo I, entre ellos una supuesta profecía de San Juan, una narración del viaje del varón apostólico Cecilio a Jerusalén y un comentario de este sobre la profecía, un testimonio de su martirio por un discípulo llamado Patricio en el que se le nombraba como primer obispo de Granada, así como la enumeración de las reliquias contenidas en la caja: la profecía, medio paño con el que la Virgen secara sus lágrimas durante la Pasión, y un hueso de San Esteban, acabando con la firma del propio santo. Así dice, “Cecilio, obispo de Granada, estando en Iberia. Como viese el fin de sus días en secreto me dijo que tenía por cierto su martirio… me encomendó que oculto tuviese esto… y yo lo encerré en esta caja rogando a Dios que lo guarde”. La pretendida antigüedad de este fue utilizada por algunos para afirmar que la construcción de la torre era anterior al dominio de los musulmanes. El revuelo fue mayúsculo, pues suponía la ampliación de las noticias sobre San Cecilio, del que hasta entonces solo se conocía su presencia en la zona por los martirologios y la tradición. La traducción de los textos árabes se encomendó a dos moriscos, Miguel de Luna, médico de profesión, y Alonso del Castillo, traductor de las inscripciones de la Alhambra. Las reliquias fueron examinadas primeramente por el cabildo granadino, informando después al Vaticano y al rey Felipe II. Este será el prólogo al gran descubrimiento que años después se producirá en el monte de Valparaíso, los polémicos Libros Plúmbeos, origen del que en el siglo XVII se convertirá en lugar de masivas peregrinaciones, la Abadía del Sacromonte.


Pese a la inicial euforia, pronto se empezará a poner en duda la autenticidad del pergamino, las exhaustivas investigaciones no dejarán pasar los numerosos errores que contiene. Los autores consultados para elaborar este artículo coinciden a la hora de calificarlo como fábula o falsificación realizada por moriscos. Hay que tener en cuenta que la población mudéjar, una vez sofocada la insurrección de las Alpujarras, quedó marginada por la sociedad granadina que veía con recelo la autenticidad de su fe. Se suma a esto la falta de tradición cristiana en la ciudad después de ocho siglos de islamismo. Los falsificadores aprovecharon esta doble circunstancia para dotarla de un pasado cristiano y a la vez dar la idea de un posible origen árabe de San Cecilio, que en el pergamino “escribe” en este idioma. Con un supuesto patrón árabe converso, pretendían mejorar la situación de aquellos, convertidos también al cristianismo, que tan mal vistos estaban. Basta un solo dato para poner contra las cuerdas la autenticidad del pergamino: en el siglo I, en el que afirma estar escrito, Granada no existía como tal, sino que era Ilíberis la capital de la región. ¿Cómo es posible entonces que aparezca la firma de Cecilio obispo de Granada? Por otro lado, la escritura, tanto árabe como latina, en la que se redacta se parece más a la empleada en el siglo XV que a la del siglo I, en el que, por si fuera poco, el castellano ni siquiera existía. Así, hasta una veintena de incongruencias se pusieron de manifiesto en los años posteriores al descubrimiento. A modo de conclusión creemos acertada la semblanza del libro “Los Libros Plúmbeos del Sacromonte” de Miguel José Hagerty cuando dice que esto no fue sino el “vano intento de los moriscos granadinos por hacerse respetar”.


Para ampliar estos datos recomendamos la lectura de dicho libro así como de “Los apócrifos del Sacromonte” de Carlos Alonso, dos completos trabajos de investigación sobre estos hechos.

3 comentarios:

  1. Excelente entrada, rigurosa y bien documentada. Granada no sería lo que fue y es sin hechos como éste que sin ser Historia con mayúscula pues cuanto sucedió se demostró fraude, si es historia y leyenda.
    Además de las dos referencias que dais, es muy recomendable por su gran narrartiva la obra del gran Felipe Romero (q.e.p.d.) "El segundo hijo del mercader de sedas". Creo que esta obra si hubiese sido escrita y publicada en Madrid o Barcelona, estaría en este momento a la altura de las de Ruiz Zafón o Falcones o Sánchez Adalid.
    Apasionante la historia del Valparaíso y el Sacro-Monte.
    Saludos, amigos.

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  2. Gracias, esa era la idea de la segunda parte de la entrada, a pesar de su falsedad es reflejo de la Granada del siglo XVI y la difícil convivencia de cristianos viejos y moriscos que como bien dices es parte de nuestra historia. Tan trascendente fue el
    descubrimiento que a ellos precisamente debemos que la Iglesia celebre hoy 1 de Febrero la fiesta de San Cecilio, antes era en otra fecha, ya que fue en los Libros Plúmbeos donde se decía que este era el día de su martirio y hasta la fecha se ha mantenido pese a todo.
    Gracias por la sugerencia, buscaré ese libro, debe ser muy interesante.
    Saludos

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  3. Para saber más del tema os dejo mi última entrada: http://vuelvoagranada.blogspot.com/2010/02/el-segundo-hijo-del-mercader-de-sedas.html

    Saludos

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