El tópico de que una imagen vale más que mil palabras nos sirve para mostrar el estado actual que presenta este aljibe del siglo XVI conocido como aljibe del Zenete, situado en el barrio del mismo nombre. El barrio del Zenete se localiza en la ladera oeste de la colina albaycinera entre la cuesta de la Lona y la calle Elvira, adosado a la alcazaba cadima y las residencias reales de la corte zirí. Esta zona fue habitada por una feroz tribu mercenaria proveniente del norte de África conocida como Zanatas, encargados de la protección del soberano y su familia. No fue casual el lugar elegido, su situación extramuros pero próximo a la alcazaba y el control total sobre la vega granadina determinaron este asentamiento.
A este barrio se accede desde la empinada cuesta de Alhacaba, en sus primeros metros se abre a la derecha la calle Zenete que nos introduce en una de las zonas más desatendidas de la ciudad, aunque inmersa en un discutido proceso de rehabilitación. Llegando al final de esta calle nos encontramos a nuestra izquierda con este ejemplo de la devastación continua a la que está sometido el Albayzín. El arqueólogo granadino Manuel Gómez Moreno data la construcción de este aljibe en 1517, aunque su tipología se asemeja a la de los depósitos musulmanes de épocas anteriores. Su planta es rectangular, de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón de fábrica de ladrillo. Actualmente sus “acabados” son una uniforme capa de pintura en spray, es decir, el sempiterno graffiti. Esta “expresión artística” pierde todo su valor cuando el lienzo elegido ya es por si solo un bien cultural, sin necesidad de pintura alguna. En este caso particular clama al cielo el barroquismo de sus anónimos autores que no han dejado espacio sin cubrir sobre el histórico aparejo de ladrillo de este “tuneado” aljibe.
Otra muesca más en el revolver de la vergüenza que apunta hacia el patrimonio histórico granadino mientras que las administraciones, a todos los niveles, miran hacia otro lado. Ojalá en la indolente Granada miráramos por nuestro pasado tanto como por nuestro futuro, qué mejor forma de celebrar los mil años de la fundación de la ciudad que conservando adecuadamente lo que esas diez centurias nos legaron.
Vista general del barrio del Zenete.
Los chicos del espray tenían que pintarse lo que yo sé. Una cosa es pintar una tapia sin valor y otra, manchar los sillares más venerables de nuestro parimonio.
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